La idea del WWOOFing es buena: trabajar a cambio de alojamiento y, dependiendo del lugar, también de comida. WWOOF significa World Wide Opportunities On Organic Farms, así que esto deja claro que la idea surgió, en principio, ligada sólo al trabajo como voluntaria en granjas. Pero hoy se ha ido extendiendo y ha alcanzado otro tipo de lugares, siempre en el campo o la naturaleza (campings, huertas...).
Miguel y yo estamos trabajando a cambio de alojamiento en un camping a cinco kilómetros de un pueblito que se llama Little River, en la península de Banks, un lugar precioso a pocos kilómetros de Christchurch.
El lugar es idílico y nuestro trabajo, a pesar de que al principio nos pareció asqueroso, no es muy duro. Se supone que tenemos que trabajar unas tres horas al día, pero al final están siendo menos todos los días. Digo que al principio pareció asqueroso porque incluye limpiar los baños, que no son más que un profundo y aparentemente eterno pozo de caca. Dicho de otro modo, los retretes descansan sobre un gran agujero en el suelo donde van a parar toda la mierda y el pis. Por lo demás, todo bien. Ahora que ya nos quedan sólo dos días para irnos es cuando estamos cogiéndole el tranquillo, como diría mi abuela, a eso de cagar con ese olor de ambientación. Las duchas funcionan bien, el sitio es precioso y nadie nos controla. Tal cual. El dueño del camping se ha pirado por ahí a celebrar el cumpleaños de su novia y no va a aparecer hasta mañana lunes, desde el viernes que se marchó. Pensando que nuestro primer día de trabajo fue el jueves (a pesar de que habíamos llegado el miércoles por la tarde) y teniendo en cuenta que nos vamos el martes por la mañana, creo que sobra decir que apenas nos ha visto manos a la obra...Ha dejado a un amigo suyo a cargo del camping, y el amigo (Pete, un sonriente kiwi hijo de alemana y alemán) es tan majo que sólo nos dice que hagamos lo que creamos oportuno, que no nos agobiemos con lo de las tres horas porque no son muy exigentes y poco más. Órdenes, ninguna. Buen rollo, todo.
Como decía, llegamos el miércoles por la tarde después de haber visitado Akaroa, el pueblo más grande e importante de la península de Banks. Nos resultó muy agradable. Es un pequeño pueblo al borde del mar, en una bahía preciosa. Está a 82 km de Christchurch y a unos 28 de Little River, donde nos encontramos nosotrxs ahora. No sólo el pueblo es bonito, también lo es el camino hasta él. Lo más curioso de Akaroa es que fue una colonia francesa y por eso aún hoy tiene calles con nombres en francés y una clara influencia colonial francesa, sobre todo en algunos edificios.
Teníamos que devolver el coche el jueves, pero se nos ocurrió venir aquí el miércoles para deshacernos de todo el equipaje y evitar así el viaje desde Christchurch hasta aquí cargadxs hasta las cejas. Viniendo desde el sur, no nos desviábamos demasiado si pasábamos por aquí primero y parecía una buena idea de cara a hacer el viaje más livianamente. El tipo no nos puso ningún problema y nos plantamos el miércoles a eso de las cinco de la tarde. A pesar de que su propuesta no incluía comida a cambio de nuestro trabajo y aunque ese día no habíamos trabajado, nos invitaron a cenar a su casa un guiso vegano que habría estado buenísimo si no llega a ser porque se olvidó de apagar el fuego a tiempo...
Teníamos que devolver el coche el jueves, pero se nos ocurrió venir aquí el miércoles para deshacernos de todo el equipaje y evitar así el viaje desde Christchurch hasta aquí cargadxs hasta las cejas. Viniendo desde el sur, no nos desviábamos demasiado si pasábamos por aquí primero y parecía una buena idea de cara a hacer el viaje más livianamente. El tipo no nos puso ningún problema y nos plantamos el miércoles a eso de las cinco de la tarde. A pesar de que su propuesta no incluía comida a cambio de nuestro trabajo y aunque ese día no habíamos trabajado, nos invitaron a cenar a su casa un guiso vegano que habría estado buenísimo si no llega a ser porque se olvidó de apagar el fuego a tiempo...
Marcus, el dueño del camping, es un hippie de 45 años, vegano con rastas, simpático, pero pasota. Su pareja, Megan, trabaja en una galería de arte en Little River. La galería es surrealista. En medio de un pueblo de cinco casas alejado de la civilización lo suficiente como para que resulte chocante, venden obras de arte carísimas en un espacio bastante pijo y bien montado. Lo más divertido del asunto es que, además de galería de arte, también es tienda y cafetería. Tres en uno. Lo que digo: surrealista.
Esa tarde cenamos con ellxs y con los otros dos wwoofers, un alemán que se fue a los dos días y un francés que sigue por aquí caminando como alma en pena.
Las dos primeras noches las pasamos en una cabina bastante cuqui, con sus enchufes y electricidad, pero las dos segundas, porque ésta estaba reservada, las hemos pasado en una cabaña en medio del bosque que no tiene electricidad. Suena muy bien, y al final no ha sido una mala experiencia (qué romántica la iluminación a base de velas...), pero hemos pasado un frío indescriptible. La primera noche yo me desperté cuarenta veces tiritando y ambas noches he dormido tan pegada a Miguel que se me ha dormido un brazo por la falta de circulación. No es ni una forma de hablar ni una exageración, es literal.
Hoy nos hemos trasladado de nuevo a una cabina de las que no dan miedo y tienen electricidad. Más alejada del río, y con un radiador, parece muuuucho más acogedora que la del monte. De todos modos, ayer hizo bueno todo el día. Sin pasar de 15 grados, como hizo sol se estaba muy bien. Hoy vamos a llegar a los 20 grados y luce un sol estupendo. Ayer por la noche casi lloré de la emoción al pensar que había sido el primer día soleado desde la mañana hasta el atardecer. Una experiencia sublime. No puede haber nada más placentero en esta vida que el sol...Yo debería haber nacido en el Caribe, joder.
Ayer por la tarde, aprovechando el buen tiempo, y llevadxs por la necesidad de comprar cervezas (calculamos mal en la compra inicial) y agua (aquí no se puede beber y somos tan vagxs que nos da pereza hervirla), nos fuimos al pueblo en bici. El día anterior ya había ido yo sola a comprar una botella de agua, pero ayer fuimos juntxs. La ida fue bien, porque hay alguna que otra cuesta abajo, pero la vuelta costó más. De todos modos, fue un paseo muy agradable y nos sirvió para intimar con las vacas vecinas, que luego resultaron tener pene, lo que invalidaba la posibilidad de que fueran vacas. Hoy he estado leyendo sobre toros, cabestros y bueyes y estoy mucho más enterada. Aprovechado la visita al pueblo, ambxs visitamos los baños de la información turística (sigo alucinando con la capacidad que tienen en este país para plantar informaciones turísticas por todas partes). Las cisternas me emocionan.
Si no mencioné esto en la entrada sobre nuestro viaje por la isla sur, ahora he de decir que el Estado neozelandés debe invertir la mitad de lo que recauda en instalar baños everywhere. Vayas donde vayas, allí habrá uno. Si es en el medio del campo, ya sabemos que no podrás tirar de la cadena y necesitarás taparte la nariz en más de uno, pero si es en cualquier población, normalmente están limpios y son muy cómodos. Qué agradable es ir usando baños públicos por el mundo cada vez con menos pudor...
Después de haber hecho hincapié en mis necesidades fisiológicas y en cómo lidio con ellas, creo que puedo dar por concluida esta entrada.
Pronto escribiré de nuevo con noticias sobre el lugar donde haremos nuestro segundo wwoofing, una huerta a las afueras de Christchurch.
Sigo echándoos de menos.
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