miércoles, 29 de enero de 2014

"A veces hay que irse para poder volver". Eso he leído hoy por ahí.
Con esa frase os dejo.
Pronto volveré para contar más cosas.
Sólo quiero añadir que...¡Miguel ha empezado hoy su trabajo!

miércoles, 22 de enero de 2014

Estoy to lejos

Aprendí el significado literal de la palabra “antípodas” un poco antes de venirme a ellas (bien, ahora vosotrxs sois quienes estáis en las antípodas para mí), pero el significado real de la palabra estoy asimilándolo ahora. Esa es la verdad.
Entiendo perfectamente que estoy en el punto más lejano y eso conlleva muchas cosas. Pero ninguna me asusta. Ahora sí empiezo a sentirme lejos de España de verdad y no me da miedo. Siento que así tiene que ser.
Si he tenido este espacio un poco abandonado no ha sido a propósito. Supongo que ha sido porque el cuerpo así me lo ha pedido. Los días han empezado a sucederse rápidamente entre un sinfín de quehaceres (ya trabajo unas 30 horas semanales en el restaurante, hoy he empezado en una academia como profesora de español y además sigo teniendo a mi alumno particular), pero sobre todo supongo que el tiempo acaba siendo el verdadero espacio.
No me duele sentir lejos a mi gente porque es perfectamente comprensible que cada cual tiene su vida y no podemos estar todo el día pendientes unas de otras, pero se me hace extraño sentir el vacío que algunas personas han dejado. Creo que es importante saber diferenciar un silencio debido a las obligaciones de la cotidianeidad de una ausencia inexplicable.
En cualquier caso, no querría que esto pareciera algún tipo de reproche. Que nadie se dé por aludido/a. Sólo estoy hablando por hablar. Cosas que me salen de los dedos de repente.
La cuestión es que, poco a poco, vamos teniendo una rutina aquí. Y esto, en contra de todo pronóstico, no me disgusta. Eso de las rutinas no está hecho para mí. Me agobia, me asfixia, os prometo que me llega a faltar un poco el aire cuando pienso en una vida predecible, previsible. Saber lo que me espera cada día me resulta aburrido y no me gusta aburrirme. Sin embargo, por otro lado no me aburro fácilmente. Siempre encuentro algo con lo que divertirme o entretenerme. Aquí, como digo, mi rutina me gusta. Y en gran parte (ala, ya tenía que soltarlo, si no lo hago, reviento) se debe a Miguel. Supongo que un blog abierto y público no es el sitio idóneo para hacer confesiones muy íntimas, pero éste no es un secreto. Sigo estando tan requetebién como os contaba al principio o mejor.
Lo único que me estresa un poco es pensar en la idea de no tener ningún día libre. En el restaurante trabajo cinco días a la semana (descanso los martes y los miércoles) y en la academia en la que he empezado hoy (¡qué divertido!) trabajaré las tardes de los martes. A mi alumno particular le doy la clase, en principio, los miércoles. En cualquier caso, eso puede ser lo de menos porque se puede acoplar en otro lado. Así las cosas, podría tener libre el miércoles, pero me han dicho en la academia que muy probablemente me necesitarán los miércoles as well...Querían que trabajara también los jueves, pero a eso ya les dije que no. Imposible. No puedo faltar del restaurante las tardes de los jueves porque hay bastante trabajo.
Aquí las cenas empiezan a eso de las 18:30/19:00 y a las 21:00 ya sólo está cenando la gente rezagada. A las 21:30 no queda ni Peter.
Los domingos trabajo todo el día porque es el día libre de la manager. Entro a las 12 de la mañana, la hora fuerte de las comidas va de 12 y pico a 1 y pico y a las 2 como tarde ya han comido, pero estamos abiertxs hasta las 3, más o menos. A esa hora cerramos durante dos horas y volvemos a abrir a eso de las 5. El jefe, Mark, viene a ayudarme en las horas fuertes de la comida y la cena y el resto del tiempo estoy sola con el cocinero, así que atiendo fuera y dentro (mesas y barra).
Poco a poco voy sintiéndome más segura con el inglés. A mi jefe no le entiendo muy allá, pero con las clientas y los clientes ya lo llevo estupendamente. Como comprenderéis, son conversaciones bastante básicas, así que no suelen tener mucho misterio.
Los lunes por la tarde Ludmila, la manager (una argentina de ascendencia rusa muy simpática con la que es súper fácil trabajar), también está libre, así que es lo mismo. Estoy sola con el cocinero desde las 16:30 hasta la hora fuerte, que viene Mark. Cuando la cosa se relaja, se marcha de nuevo y cierro yo sola con el cocinero. El resto de días trabajo con Ludmila. Básicamente, ella se encarga de la barra y yo de las mesas, aunque ya os digo que es súper fácil trabajar con ella y nos organizamos bien. Si puede ayudarme, lo hace. Lo mismo por mi parte. La verdad es que el trabajo puede ser todo lo tedioso que es un trabajo en hostelería, pero dentro de eso, he tenido suerte. No me puedo quejar.

En la academia tengo, por el momento, dos grupos: begginers (están empezando con el español ahora -tanto es así que la de hoy has sido la primera clase de su vida-) e improvers (se supone que ya saben algo, pero no es exactamente así…la verdad es que yo pensaba que iban a saber más…)
A pesar de que quizá esperaba más colaboración por parte del segundo grupo, el primero ha empezado mucho más animado. Yo creo que se debe a que no sabían nada y no podían tener vergüenza de hacer el ridículo, por así decir. Como la gente del segundo grupo se suponía que ya tiene un nivel, quizá por eso han estado más tímidxs al principio. En cualquier caso, al final he conseguido que se animaran también. Los países de procedencia de mis alumnas y alumnos son, básicamente, Nueva Zelanda, Inglaterra y Estados Unidos, pero tengo un alumno chino, una india y una alemana.
¡Tengo ganas de seguir!

Decía antes, y parece que me he quedado a medias, que las rutinas no están hechas para mí. A eso tenemos que añadirle el tedio que puede suponer pensar que un trabajo como el del restaurante (cómodo porque mi compañera y mis compañeros son amables, pero aburrido porque no me motiva ni me enriquece como persona) no tiene una fecha próxima de caducidad…Quiero decir…He trabajo mucho y en muchas cosas (he promocionado kiwis, perfumes u ofertas de Orange, he hecho inventarios, también he trabajado en naves industriales moviendo palés y colocando libros, de camarera, cuidando niñas y niños en una piscina de bolas, en el control de una bolera, haciendo encuestas…), pero estos trabajos siempre han sido puntuales (vacaciones, Navidad) o cosas de fin de semana. Es la primera vez, y aquí quiero llegar, que trabajo de continuo y sin una fecha próxima de finalización.
Supongo que la excitación de estar haciéndolo en otro país, la cantidad de gente diferente que conozco, estar con Miguel y, sobre todo, estar haciéndolo con un objetivo claro (AHORRAR PARA VOLAAAAAR) hacen que no se me haga demasiado cuesta arriba. Todos los días me pasa lo mismo: me da mucha pereza irme, pero cuando llego allí me alieno y tiro palante! Esa debe ser la alienación de la que hablaba Marx. Me convierto en dos piernas y dos brazos que mueven platos y bandejas…JA!  Hablo de sentir mi cuerpo como algo “ajeno” a mí misma, algo que parece que yo no controlo. Vaya, que la sociedad capitalista me distorsiona, o algo así debe ser… Y no soy marxista, ¿eh? No se me vaya a confundir, no jodas. Bakunin me libre.
El caso es que me pongo y sirvo tapas que da gusto.
No, ahora ya en serio, que me estoy yendo por los cerros de Úbeda (¿de dónde vendrá esa expresión?). Donde quiero llegar es a que siento que el trabajo me aliena un poco, pero es todo lo cómodo que podía ser dadas las circunstancias (es el trabajo que es -no es el trabajo de mis sueños, obvio- y mi nivel de inglés es el que es -no podía aspirar a dirigir la nación ni aunque hubiera tenido deseos de liderazgo-) y me va a servir para ahorrar y así poder continuar esta aventura.
Al fin y al cabo, estando tan lejos de toda mi gente y teniendo a medio plazo el objetivo de seguir moviéndome, no me agobia tanto la sensación de sentirme atada. En España me daba claustrofobia vital pensar en encadenarme a algo que me impidiera moverme libremente (y más por la mierda que habría podido cobrar en cualquier cosa), pero aquí no lo siento como una atadura sino como el comienzo de un puente. Mira tú qué metáfora me acabo de marcar sin quererlo…

Hay algo que quiero comentar desde hace tiempo. He de empezar con una declaración contundente: soy lerda. Mucho. Dicho esto, puedo continuar. Cuando empecé a fraguar la idea de emigrar buscando un lugar en el que aprender inglés, descarté rápidamente la posibilidad de irme al Reino Unido porque quería evitar, ante todo y sobre todo, encontrarme con hispanoparlantes. Claro, inocente de mí, pensaba en gente de la madre patria, gente española. Nunca se me pasó por la cabeza cuando la idea de Nueva Zelanda tomó forma que aquí podría haber muchxs hispanoparlantes. Españolas y españoles, como bien imaginaréis, apenas hay. Me he cruzado con dos desde que llegué: uno por cada mes. Pero…¡esto está lleno de gente de Latinoamérica! “¡Muy bien, Míriam!”, pensaréis. No era tan difícil de imaginar…Pero a mí no se me ocurrió, no. El caso es que me da exactamente igual. Si bien decía hace meses que yo aquí no quería hablar en español, ahora agradezco sentirme respaldada por una gran comunidad con la que puedo entenderme sin problemas (aunque se dediquen a intentar imitar burdamente mi acento y se empeñen en utilizar expresiones que creen que son típicas de España cuando yo jamás las he oído <guiño, guiño> -lo digo con cariño y diversión-). Y me gusta que no sean de España porque así conozco gente con la que puedo entenderme, pero que viene de sitios lejanos a la madre que me parió y que, por tanto, es diferente y puede aportarme más cosas que un albaceteño o una murciana (con todo el respeto a esta gente, por supuesto).
Supongo que entendéis la cosa que quiero decir: que ahora me alegro de encontrarme con gente que habla español, pero que me congratula que no vengan del mismo sitio que yo. México, Argentina, Colombia y Chile son, básica y fundamentalmente, el lugar de origen de mucha de la gente que es parte de mi rutina. ¡Gente maja! (y qué gracia les hace lo de “maja”).

Hoy he decidido que a veces me da una pereza sobrehumana el Skype. Quizá al principio, aunque yo no lo sabía, me costó más de lo que creía hacerme a la idea de dónde estoy y de dónde estáis vosotras y vosotros. Igual me aferré demasiado a España, no me solté rápido. Traté de contar cada paso que daba o quise sentiros cerca y que me sintierais igual. No lo sé, ¿eh? No estoy muy segura. Aún tengo que reflexionar mucho sobre este tema y sobre tantos otros…
La distancia me está viniendo muy bien para ver muchas cosas claras: cosas sobre mi vida personal, cosas sobre las vidas de muchas personas de mi entorno y también, cómo no, cosas sobre el devenir de nuestra madre patria. Ay, España
Como veis, en el fondo vengo a disculpar la demora. Se ha debido, supongo, a que ahora sí que estoy lejos. Mazo. Pero tengo Madrid to clavao en mi corazón. Y a vosotrxs, por supuesto.
Ya he dicho más veces que quien está, está. Y seguirá estando. Eso lo tengo to claro.
Laura, te estoy dedicando este final. Sé que te va a encantar. Te pongo en negrita las palabras clave.

sábado, 4 de enero de 2014

Escribo desde la soledad de mi hogar


Estoy sola porque Miguel se ha ido a la boda de Litos y Becks. Yo no he podido ir porque trabajo los tres días del fin de semana: viernes, sábado y domingo por la tarde/noche. No podía dejar de trabajar porque apenas tengo 15 horas a la semana y no me puedo permitir faltar. Me dijeron que podían darme el día libre, pero acabo de empezar y quiero que sientan que estoy al 100% y que van a poder contar conmigo siempre que me necesiten. Habrían podido buscar a alguien que me sustituyera, eso es seguro, pero me ha parecido más oportuno quedarme.
El caso es que Miguel se ha marchado esta mañana, sábado, y volverá el lunes con la hermana de Becks, que tiene que venir a Auckland. Voy a estar sola todo el fin de semana y estoy segura de que voy a echar de menos a Miguel. Hoy le ha sonado el despertador a las 7:45, me he despertado un momento, me he dado la vuelta en la cama y cuando he vuelto a abrir un ojo, ya eran las 11:30 y estaba sola.

Poco a poco, y me gusta esta sensación, siento que esto va siendo cada vez más un diario más de viajes privado. Sé que lo lee menos gente y eso me gusta. En realidad, bien podría haber hecho un diario privado, sin necesidad de utilizar las nuevas tecnologías y los medios que pone a nuestro alcance el supuesto avance tecnológico. La realidad es que también tengo un diario de este tipo, pero ese sí, por su idiosincrasia, es mucho más privado. Mi amiga Carmen me regaló un maravilloso cuaderno hecho por ella que escucha mis confesiones más íntimas. Aquí me dedico a relatar el día a día, pero precisamente porque es un diario público, tampoco puedo contarme en él absolutamente todo. Para eso están las hojas de la maravilla que tejió Carmen. En él escribo pequeños detalles, cosas puntuales, sentimientos muy profundos. Aquí os cuento cómo es la cotidianeidad en la otra punta del mundo y de vez en cuando me pongo un poco más profunda. Cuando escribo desde lo más hondo de mí es porque me encuentro en un momento de pasión. Cuando luego me releo, a veces pienso que me paso. Pero bueno, como digo, sé que poco a poco esto va quedando para mi gente de verdad. Y me pesa menos la sensación de que quizá soy demasiado expresiva.
Creo que me siento más a gusto en el tono broma que tienen gran parte de estas líneas. Siguen siendo historias reales las que narro tipo monologuista.
A veces pienso que es muy extraño estar tan lejos y me debato entre dos posiciones totalmente antagónicas: por un lado me gustaría saber más de cada una de las personas que me importan y que esas personas supieran más de mí de manera individualizada, pero por otro creo que no puedo intentar discutir con la distancia. Y estando donde estoy, bastante es que actualice este blog para que podáis saber de mí aunque sea de manera general. Yo os pido que deis señales de vida cuando queráis, como queráis y si queréis. Nada ni nadie nos obliga a estar en contacto. No hay presiones de ningún tipo. Si queréis, aquí estoy. Si no, seguiré aquí. Ni mejor, ni peor.
He tenido altibajos en el tiempo que llevo aquí porque ha habido tiempos que he sentido demasiado lejos a gente importante. Y no me refiero al espacio físico, ya me entendéis. Pero de pronto, como si fuerais adivinas, habéis sabido manifestaros casi a la vez y con maravillosas palabras.
No querría jamás que nadie sintiera la presión de tener que leerme o de sentir que ha de escribirme porque no es eso lo que yo quiero transmitir.
Si me lees, bien. Si no, insisto, aquí seguiré. Y algún día podremos compartir estas historias y muchas otras que se me quedan en el tintero o atrapadas en mis retinas.

Quedó pendiente que os hablara de nuestra Nochevieja y de un supuesto nuevo trabajo. Pues ahí va:

Cuando terminé de trabajar el día 31, pareció que nos quedábamos sin plan porque mis compañeras, Ludmila (la argentina) y Sara (la italiana) se iban a un sitio para que el que Miguel y yo no teníamos ni ropa ni ganas y porque el argentino y el mexicano con los que yo esperaba encontrarme no daban señales. Así que decidimos irnos directamente al hostel donde viven y donde había estado yo la otra vez que salí a ver qué nos encontrábamos. Allí nos recibieron unos chilenos muy simpáticos y nos quedamos hablando con ellos. Finalmente aparecieron el argentino y el mexicano y mucha más gente. Nos lo pasamos muy bien y nos reímos un montón. Además, como ya decía, Miguel pudo tocar la guitarra, así que fue genial.

Por otro lado, os hablaba del supuesto trabajo. Bien, la cosa no está muy clara, pero parece que puede salir algo por ahí. Es en una empresa que prepara paellas por encargo. El dueño, un neozelandés rollizo y simpático, entiende que necesito trabajar más y que como él no me da un horario estable o fijo, yo tengo que seguir trabajando en el restaurante español donde estoy ahora (en el que, de igual modo, no me pueden dar estabilidad y comprenden que busque otras cosas). Quedamos en que podría trabajar con ellos eventualmente y que no pasaría nada si yo un día no podía por tener que ir al español, pero hace ya muchos días que no sé nada de él y empieza a olerme mal. No sé. Ya veremos.

Voy a comerme unos noodles, que son la base de nuestra alimentación.

miércoles, 1 de enero de 2014

Armonía

Inauguro el año publicando en mi blog. A priori, esta entrada podría no parecer propia de un blog de viajes, pero luego veréis que tiene todo el sentido que publique esto aquí y ahora porque lo que voy a escribir se debe, entre otras cosas, al lugar en el que me hallo. Somos donde estamos y eso es indiscutible. El suelo que pisamos, el cielo que vemos y la gente con la que hablamos nos hacen día a día.
A veces tengo pequeños momentos en los que la incertidumbre parece ganarme. Pero es momentáneo. La realidad es que soy feliz. Eso es lo que vengo a contar. Quiero hablar de mí, de cómo me siento. Necesito escribir. No necesito que me lean, necesito expresarme, necesito sacar palabras de dentro de mí para intentar explicar lo que siento, cómo estoy y qué soy. Necesito abrirme y dejar que salgan mis sentimientos. Me gusta escribir cuando estoy contenta, cuando me siento a gusto, cuando me siento más yo.
Soy feliz. Esa es la realidad. Y me gusta sentir que soy feliz por lo que hago, por mí misma. No delego mi felicidad en otras personas. Pero es innegable la importancia de Miguel a este respecto. Me siento muy bien con él. Creo que sabemos hacerlo bien. Creo que estamos haciéndolo muy bien. Pero yo soy la hacedora de mi felicidad. Me encuentro en armonía con el mundo porque lo estoy conmigo. Sé lo que quiero, sé cómo debo hacer las cosas y sé por qué estoy aquí. Ha habido momentos duros y va a seguir habiéndolos. Hay momentos en los que, medio en broma, medio en serio, llegamos a decir cosas como “en Madrid estaríamos viviendo en el centro con el dinero que nos gastamos aquí” o “con esta pasta nos podríamos haber recorrido Latinoamérica”. Hay días en los que da pereza intentar seguir buscando trabajo, en los que no apetece salir de la cama, en los que  tengo agujetas por haber trabajado el día anterior cortando pimientos durante cinco horas…pero todo eso es momentáneo. Todo eso es pasajero. Todo eso es lógico y normal y sirve para que los momentos de idilio con la vida sean más auténticos y se disfruten más.
Llego a saborear momentos. Un día sin hacer nada, en casa, comiendo, durmiendo, cama, Miguel y música puede con todo el mal del mundo. No hay mal que pueda conmigo, eso lo sé.
Sigo echando de menos a mi madre y a mi hermana. Y a mis amigas y amigos. Os echo de menos. Pero bueno, eso también es momentáneo (lo de mi madre menos, las cosas como son). Echo de menos estar perdiéndome vuestros momentos, echo de menos abrazaros y oleros. Pero sé que seguiréis ahí el día que vuelva y ahora quiero seguir volando. Sueño despierta con los viajes que vamos a hacer cuando nos marchemos de aquí. Hablo con argentinos, colombianos, mexicanos y chilenos que me cuentan maravillas de sus países y quiero verlas con mis ojos. Y sé que voy a hacerlo.
Ayer me hice un amigo indio divertidísimo con el que, por primera vez en mi vida, mantuve una conversación fluida durante largo rato. Sí, sí. Una conversación en inglés. Vale, era Nochevieja y yo estaba borracha. Eso ayudó. Pero hablé en inglés largo y tendido. Y me hice entender y a él le entendí perfectamente. Y volví a soñar despierta con India. Latinoamérica e India. Asia. El mundo. Qué grande y qué pequeño es a la vez…
Está siendo genial y muy enriquecedor conocer gente tan variopinta, de sitios tan alejados, que al final, cómo no, es gente. Somos gente. Y siempre hay formas para comunicarse, siempre se aprende y siempre se quiere seguir aprendiendo. Las miradas, los gestos y las palabras son diferentes y eso es auténtico. Me encanta. Disfruto conociendo a gente de todas partes y sólo quiero que hablen para escuchar lo que tengan que decir.
Ya sabéis que mis escritos nunca llevan un orden, no siguen un guión predeterminado. He empezado diciendo que esta entrada no iba a parecer propia de un blog de viajes, pero ahora me doy cuenta de que sí. Me gusta más hablar de sentimientos, de sentires, de pensares, que contar historias cronológicamente. Por eso voy a dejar para otro rato la crónica de los últimos días (un posible nuevo trabajo y una fiesta de Nochevieja son, quizá, los acontecimientos más reseñables) y voy a dejar que mis dedos sigan volando por el teclado de la misma manera que yo vuelo por el mundo desde Auckland.
Me gusta mucho que Miguel toque la guitarra. Disfruto escuchándole. Me encanta, de hecho. Creo que es uno de los pequeños placeres de la vida. Y pude hacerlo anoche, en la fiesta de la que hablaré en la próxima entrada. Ahora os escribo con música suya de fondo. Está grabada, no huele a madera de guitarra porque todavía no tiene una, pero sirve para transportarme.
Podría parecer una novia empalagosa que aplaude emocionada cuando toca su churri (ya sabéis, la típica que llegaría a decir que su novio lo hace bien aunque no sea verdad), pero no es eso para nada. En absoluto. Es un amor real y muy racional. Y es que toca bien la guitarra, joder. Sé que esto os importa mucho. Quiero que sepáis que soy muy feliz a su lado e intuyo que él también lo es conmigo. Pero yo no me conformo con eso. Para mí seguir haciéndole feliz, cada vez más, es un aliciente, no una meta sino un camino.
Creo que la vida no se construye de grandes momentos sino de pequeños instantes que van haciendo la cotidianeidad. Es muy posible que los grandes momentos, esos soplos que te dejan sin respiración, sean fundamentales para cimentar una vida memorable, pero no podemos vivir esperando esos momentos todo el tiempo porque entonces nos frustraríamos. Lo más maravilloso que puede pasarle a un ser humano es que los pequeños momentos del día a día sean apacibles, agradables, divertidos a veces, calmados, serenos y tranquilos. Y así, poco a poco, ir montando una vida como un puzzle en el que todas las piezas acaban encajando. Armonía. Paz.
Hay que buscar la paz y la armonía. En eso consiste la vida. Y eso intento. Parece que no ando lejos.
Estoy segura de que 2014 será tan maravilloso como queramos que sea.