miércoles, 1 de enero de 2014

Armonía

Inauguro el año publicando en mi blog. A priori, esta entrada podría no parecer propia de un blog de viajes, pero luego veréis que tiene todo el sentido que publique esto aquí y ahora porque lo que voy a escribir se debe, entre otras cosas, al lugar en el que me hallo. Somos donde estamos y eso es indiscutible. El suelo que pisamos, el cielo que vemos y la gente con la que hablamos nos hacen día a día.
A veces tengo pequeños momentos en los que la incertidumbre parece ganarme. Pero es momentáneo. La realidad es que soy feliz. Eso es lo que vengo a contar. Quiero hablar de mí, de cómo me siento. Necesito escribir. No necesito que me lean, necesito expresarme, necesito sacar palabras de dentro de mí para intentar explicar lo que siento, cómo estoy y qué soy. Necesito abrirme y dejar que salgan mis sentimientos. Me gusta escribir cuando estoy contenta, cuando me siento a gusto, cuando me siento más yo.
Soy feliz. Esa es la realidad. Y me gusta sentir que soy feliz por lo que hago, por mí misma. No delego mi felicidad en otras personas. Pero es innegable la importancia de Miguel a este respecto. Me siento muy bien con él. Creo que sabemos hacerlo bien. Creo que estamos haciéndolo muy bien. Pero yo soy la hacedora de mi felicidad. Me encuentro en armonía con el mundo porque lo estoy conmigo. Sé lo que quiero, sé cómo debo hacer las cosas y sé por qué estoy aquí. Ha habido momentos duros y va a seguir habiéndolos. Hay momentos en los que, medio en broma, medio en serio, llegamos a decir cosas como “en Madrid estaríamos viviendo en el centro con el dinero que nos gastamos aquí” o “con esta pasta nos podríamos haber recorrido Latinoamérica”. Hay días en los que da pereza intentar seguir buscando trabajo, en los que no apetece salir de la cama, en los que  tengo agujetas por haber trabajado el día anterior cortando pimientos durante cinco horas…pero todo eso es momentáneo. Todo eso es pasajero. Todo eso es lógico y normal y sirve para que los momentos de idilio con la vida sean más auténticos y se disfruten más.
Llego a saborear momentos. Un día sin hacer nada, en casa, comiendo, durmiendo, cama, Miguel y música puede con todo el mal del mundo. No hay mal que pueda conmigo, eso lo sé.
Sigo echando de menos a mi madre y a mi hermana. Y a mis amigas y amigos. Os echo de menos. Pero bueno, eso también es momentáneo (lo de mi madre menos, las cosas como son). Echo de menos estar perdiéndome vuestros momentos, echo de menos abrazaros y oleros. Pero sé que seguiréis ahí el día que vuelva y ahora quiero seguir volando. Sueño despierta con los viajes que vamos a hacer cuando nos marchemos de aquí. Hablo con argentinos, colombianos, mexicanos y chilenos que me cuentan maravillas de sus países y quiero verlas con mis ojos. Y sé que voy a hacerlo.
Ayer me hice un amigo indio divertidísimo con el que, por primera vez en mi vida, mantuve una conversación fluida durante largo rato. Sí, sí. Una conversación en inglés. Vale, era Nochevieja y yo estaba borracha. Eso ayudó. Pero hablé en inglés largo y tendido. Y me hice entender y a él le entendí perfectamente. Y volví a soñar despierta con India. Latinoamérica e India. Asia. El mundo. Qué grande y qué pequeño es a la vez…
Está siendo genial y muy enriquecedor conocer gente tan variopinta, de sitios tan alejados, que al final, cómo no, es gente. Somos gente. Y siempre hay formas para comunicarse, siempre se aprende y siempre se quiere seguir aprendiendo. Las miradas, los gestos y las palabras son diferentes y eso es auténtico. Me encanta. Disfruto conociendo a gente de todas partes y sólo quiero que hablen para escuchar lo que tengan que decir.
Ya sabéis que mis escritos nunca llevan un orden, no siguen un guión predeterminado. He empezado diciendo que esta entrada no iba a parecer propia de un blog de viajes, pero ahora me doy cuenta de que sí. Me gusta más hablar de sentimientos, de sentires, de pensares, que contar historias cronológicamente. Por eso voy a dejar para otro rato la crónica de los últimos días (un posible nuevo trabajo y una fiesta de Nochevieja son, quizá, los acontecimientos más reseñables) y voy a dejar que mis dedos sigan volando por el teclado de la misma manera que yo vuelo por el mundo desde Auckland.
Me gusta mucho que Miguel toque la guitarra. Disfruto escuchándole. Me encanta, de hecho. Creo que es uno de los pequeños placeres de la vida. Y pude hacerlo anoche, en la fiesta de la que hablaré en la próxima entrada. Ahora os escribo con música suya de fondo. Está grabada, no huele a madera de guitarra porque todavía no tiene una, pero sirve para transportarme.
Podría parecer una novia empalagosa que aplaude emocionada cuando toca su churri (ya sabéis, la típica que llegaría a decir que su novio lo hace bien aunque no sea verdad), pero no es eso para nada. En absoluto. Es un amor real y muy racional. Y es que toca bien la guitarra, joder. Sé que esto os importa mucho. Quiero que sepáis que soy muy feliz a su lado e intuyo que él también lo es conmigo. Pero yo no me conformo con eso. Para mí seguir haciéndole feliz, cada vez más, es un aliciente, no una meta sino un camino.
Creo que la vida no se construye de grandes momentos sino de pequeños instantes que van haciendo la cotidianeidad. Es muy posible que los grandes momentos, esos soplos que te dejan sin respiración, sean fundamentales para cimentar una vida memorable, pero no podemos vivir esperando esos momentos todo el tiempo porque entonces nos frustraríamos. Lo más maravilloso que puede pasarle a un ser humano es que los pequeños momentos del día a día sean apacibles, agradables, divertidos a veces, calmados, serenos y tranquilos. Y así, poco a poco, ir montando una vida como un puzzle en el que todas las piezas acaban encajando. Armonía. Paz.
Hay que buscar la paz y la armonía. En eso consiste la vida. Y eso intento. Parece que no ando lejos.
Estoy segura de que 2014 será tan maravilloso como queramos que sea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario