sábado, 4 de enero de 2014

Escribo desde la soledad de mi hogar


Estoy sola porque Miguel se ha ido a la boda de Litos y Becks. Yo no he podido ir porque trabajo los tres días del fin de semana: viernes, sábado y domingo por la tarde/noche. No podía dejar de trabajar porque apenas tengo 15 horas a la semana y no me puedo permitir faltar. Me dijeron que podían darme el día libre, pero acabo de empezar y quiero que sientan que estoy al 100% y que van a poder contar conmigo siempre que me necesiten. Habrían podido buscar a alguien que me sustituyera, eso es seguro, pero me ha parecido más oportuno quedarme.
El caso es que Miguel se ha marchado esta mañana, sábado, y volverá el lunes con la hermana de Becks, que tiene que venir a Auckland. Voy a estar sola todo el fin de semana y estoy segura de que voy a echar de menos a Miguel. Hoy le ha sonado el despertador a las 7:45, me he despertado un momento, me he dado la vuelta en la cama y cuando he vuelto a abrir un ojo, ya eran las 11:30 y estaba sola.

Poco a poco, y me gusta esta sensación, siento que esto va siendo cada vez más un diario más de viajes privado. Sé que lo lee menos gente y eso me gusta. En realidad, bien podría haber hecho un diario privado, sin necesidad de utilizar las nuevas tecnologías y los medios que pone a nuestro alcance el supuesto avance tecnológico. La realidad es que también tengo un diario de este tipo, pero ese sí, por su idiosincrasia, es mucho más privado. Mi amiga Carmen me regaló un maravilloso cuaderno hecho por ella que escucha mis confesiones más íntimas. Aquí me dedico a relatar el día a día, pero precisamente porque es un diario público, tampoco puedo contarme en él absolutamente todo. Para eso están las hojas de la maravilla que tejió Carmen. En él escribo pequeños detalles, cosas puntuales, sentimientos muy profundos. Aquí os cuento cómo es la cotidianeidad en la otra punta del mundo y de vez en cuando me pongo un poco más profunda. Cuando escribo desde lo más hondo de mí es porque me encuentro en un momento de pasión. Cuando luego me releo, a veces pienso que me paso. Pero bueno, como digo, sé que poco a poco esto va quedando para mi gente de verdad. Y me pesa menos la sensación de que quizá soy demasiado expresiva.
Creo que me siento más a gusto en el tono broma que tienen gran parte de estas líneas. Siguen siendo historias reales las que narro tipo monologuista.
A veces pienso que es muy extraño estar tan lejos y me debato entre dos posiciones totalmente antagónicas: por un lado me gustaría saber más de cada una de las personas que me importan y que esas personas supieran más de mí de manera individualizada, pero por otro creo que no puedo intentar discutir con la distancia. Y estando donde estoy, bastante es que actualice este blog para que podáis saber de mí aunque sea de manera general. Yo os pido que deis señales de vida cuando queráis, como queráis y si queréis. Nada ni nadie nos obliga a estar en contacto. No hay presiones de ningún tipo. Si queréis, aquí estoy. Si no, seguiré aquí. Ni mejor, ni peor.
He tenido altibajos en el tiempo que llevo aquí porque ha habido tiempos que he sentido demasiado lejos a gente importante. Y no me refiero al espacio físico, ya me entendéis. Pero de pronto, como si fuerais adivinas, habéis sabido manifestaros casi a la vez y con maravillosas palabras.
No querría jamás que nadie sintiera la presión de tener que leerme o de sentir que ha de escribirme porque no es eso lo que yo quiero transmitir.
Si me lees, bien. Si no, insisto, aquí seguiré. Y algún día podremos compartir estas historias y muchas otras que se me quedan en el tintero o atrapadas en mis retinas.

Quedó pendiente que os hablara de nuestra Nochevieja y de un supuesto nuevo trabajo. Pues ahí va:

Cuando terminé de trabajar el día 31, pareció que nos quedábamos sin plan porque mis compañeras, Ludmila (la argentina) y Sara (la italiana) se iban a un sitio para que el que Miguel y yo no teníamos ni ropa ni ganas y porque el argentino y el mexicano con los que yo esperaba encontrarme no daban señales. Así que decidimos irnos directamente al hostel donde viven y donde había estado yo la otra vez que salí a ver qué nos encontrábamos. Allí nos recibieron unos chilenos muy simpáticos y nos quedamos hablando con ellos. Finalmente aparecieron el argentino y el mexicano y mucha más gente. Nos lo pasamos muy bien y nos reímos un montón. Además, como ya decía, Miguel pudo tocar la guitarra, así que fue genial.

Por otro lado, os hablaba del supuesto trabajo. Bien, la cosa no está muy clara, pero parece que puede salir algo por ahí. Es en una empresa que prepara paellas por encargo. El dueño, un neozelandés rollizo y simpático, entiende que necesito trabajar más y que como él no me da un horario estable o fijo, yo tengo que seguir trabajando en el restaurante español donde estoy ahora (en el que, de igual modo, no me pueden dar estabilidad y comprenden que busque otras cosas). Quedamos en que podría trabajar con ellos eventualmente y que no pasaría nada si yo un día no podía por tener que ir al español, pero hace ya muchos días que no sé nada de él y empieza a olerme mal. No sé. Ya veremos.

Voy a comerme unos noodles, que son la base de nuestra alimentación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario