martes, 3 de junio de 2014

Más de medio año

Ya hace más de seis meses que nos marchamos de España. El día 28 de mayo cumplimos nuestro primer medio año en este país, el más lejano posible. He estado reflexionando sobre este tiempo y he llegado a algunas conclusiones que hoy quiero poner por escrito.
Desde el día que decidí marcharme, mi vida se convirtió en un vaivén de emociones, de lo inesperado, de nervios, ganas, ilusión y, por supuesto, de  improvisación y aprendizaje.
Algunas cosas han sido parecidas a como las imaginé, pero la mayoría no tienen nada que ver. La verdad es que no son ni peores ni mejores, simplemente son diferentes. El balance que puedo hacer de este tiempo es, obviamente, positivo. He aprendido (y sigo en ello) a estar sola e incluso a sentirme sola a veces. No pasa nada. Tengo un buen compañero de viaje-s- (la vida es un viaje), pero no se puede depender de nadie. La única cosa que tenemos clara en esta vida es que estamos solxs. El otro día me dijo mi madre que la soledad chunga (palabras literales) es la emocional y yo no estoy sola emocionalmente. La soledad física es temporal y aunque a veces os eche mucho de menos, sé que mi lugar ahora está aquí. Y aprendo, crezco y evoluciono. Últimamente he tenido algún bajoncillo por estas distancias y por no estar consiguiendo todo lo que querría (sobre todo mejorar mi inglés tanto como me gustaría y trabajar más para ahorrar más), pero sigo insistiendo en que el balance es positivo. 
Al principio fue todo emoción y cambios. La palabra "rutina" desapareció de mi vocabulario. Pero poco a poco al final todo se vuelve rutinario. Yo me he propuesto dedicar mi vida a huir de la rutina, pero tampoco hay que obsesionarse. A veces es imposible eludirla y tampoco vamos a echarnos las manos a la cabeza...
Otra de las cosas de las que me percato ahora que echo la vista atrás es de que me faltan y me sobran las palabras. Cuando me preguntáis cómo va todo, a veces me cuesta encontrar las palabras adecuadas. Algunas de mis conversaciones por Skype con mi madre empiezan sin que yo hable demasiado. Pero poco a poco empiezo a soltarme y al final parece que tengo que morderme la lengua para no contar cuarenta anécdotas o cincuenta planes por cada cosa que decimos. Así que a pesar de la rutina, mi mundo hierve por dentro y siempre tengo cosas en las que pensar y con las que entretenerme. Por ejemplo, echaba de menos leer y últimamente lo estoy haciendo más.
Estos seis meses también me han valido para comprobar que la valentía está sobrevalorada. Muchas personas dicen que somos valientes, que también querrían marcharse, pero que no se atreven. Pero yo, que también tuve miedo, ahora me doy cuenta de que la valentía no es el motor de las decisiones. Las ganas son más importantes. Y el ansia de conocer mundo, de aprender de otros lugares. Nuevos sitios, nuevas costumbres, nuevas personas y nuevos retos...Esa es la verdadera motivación. Es cierto que renunciar a la comodidad es difícil. Yo vivía bien en mi casa con mi madre. Y comenzar en otro lugar, tan lejos y sin apoyo, es complicado. Pero la vida de repente te dice: "hasta aquí". Y no tienes opción. Hay que seguir hacia delante...
Es muy probable que sea igual de libre que siempre, pero de pronto, con esta aventura, la sensación de libertad es mayor. A pesar de que hay días en los que la rutina me agobia, ahora me siento mucho más dueña de mis pasos y de mi destino. 
Con la distancia también te das cuenta sin hacer drama de que muchas cosas y muchas personas son "de paso". Ahora el valor de las cosas se ha relativizado para mí...El viaje, que no es sólo un viaje en el mundo exterior sino también un viaje hacia tu mundo interior, sirve para encontrar el equilibrio entre crear lazos y saber desprenderse de objetos y recuerdos. Esa lucha entre nostalgia y pragmatismo a veces es dura para alguien como yo. A pesar de que no creo en la propiedad privada (no, no creo; y no, no soy marxista), siempre he sido muy "de mis cosas". Y sin embargo ahora estoy deseando que mi hermana quiera volver a coger una camiseta de mi armario para que no pase nada...
Pensando en la mochila que me acompañará por Asia, me doy cuenta del poco valor que tienen las cosas materiales...Ahora he aprendido de verdad que vivimos en un mundo materialista y totalmente deshumanizado. Es como si mi sentir más jipi fuera ahora más auténtico que nunca...Me reafirmo en mis ideas y me siento más segura en todas las creencias que me forman: creo que soy más vegetariana que nunca, me siento una ciudadana del mundo y no creo en las fronteras, en la posesión y en el conservadurismo. Menos que nunca...
Por otro lado, pero en el mismo orden de cosas, creo que viajar y vivir en otro país te enseñan que "normal" significa social o culturalmente aceptado. ¿Qué es "normal"? Viviendo en otro lugar te das cuenta de que realmente hay otras formas de hacer las cosas. Y esto sirve para conocerse mejor a una misma...porque así descubres cuáles son las cosas en las que de verdad crees y cuáles, en cambio, son aprendidas. ¿Habéis visto cómo he hilado con lo anterior...? Y de pronto me doy cuenta de que echo de menos España de una forma sana. También la distancia sirve para valorar cosas que antes no valoraba...y para darme cuenta de que me gustan mucho algunas cosas en las que antes no reparaba. 
Siento que cuando vuelva a Madrid, mimásquenuncaqueridaMadrid, seré una turista en mi propia ciudad. La miraré con otros ojos, que no serán ni los de siempre ni los de mis últimos días allí antes de marcharme. Madrid, te echo de menos. Eres tu gente, tus colores y tus olores, tus museos, tus calles, tus posibilidades...
Y si digo todas estas cosas (lo que se aprende viviendo en otro lugar y conociendo a gente diferente que al final es igual, gente) viviendo y habiendo conocido sólo New Zealand, qué será de mí después de la experiencia de Asia...
En otro país, la tarea más sencilla puede resultar una odisea: abrir una cuenta en el banco o conseguir el número de IRD o un número de móvil (os remito a las primeras entradas), explicarle al señor de la farmacia lo que te pasa, conseguir que el fontanero entienda cuál es el problema con la ducha, activar Internet en casa...Algunas de las cosas más comunes y sencillas en el día a día en tu país de origen (sí, todxs sabemos que tratar con Movistar no es fácil, pero al menos hablan tu idioma...), de pronto resultan complicadas o complicadísimas...Y entonces aprendes a ser paciente, te relajas, asumes que esos momentos de desesperación están haciendo de ti una persona mejor y descubres que tienes una paciencia que no creías tener...Pedir ayuda es sano y es una buena idea.
El tiempo ahora ya no se mide como antes...Si miro para atrás, si vuelvo la vista a mis últimos días a vuestro lado, parece que hace una eternidad, pero sin embargo aquí los días pasan a una velocidad de vértigo.
El concepto del tiempo, viviendo aquí y así, se ha deformado. Y he aprendido a valorarlo más que nunca. Cualquier momento puede ser un buen rato y cualquier Skype, WhatsApp o email alegra más de lo que podáis creer.
Y resulta que otro básico de este tiempo es que la nostalgia o la añoranza pueden aparecer de repente y sin previo aviso por cualquier cosa. Cualquier pequeñez puede ser suficiente para que me vea echando de menos detalles insignificantes que jamás imaginé. 
Se dice a menudo que los viajes cambian vidas. Y a pesar de los clichés, la conclusión definitiva es que vivir en otro lugar te cambia. Es una experiencia que sacude tus raíces, tus certezas y tus miedos. 
Supongo que estoy aprendiendo que el hogar no cabe en una maleta porque el hogar no son cosas sino recuerdos, personas, sentires y alegrías, pero también penas y tristezas. El hogar, al fin y al cabo, se lleva dentro y se proyecta. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario