sábado, 28 de junio de 2014

Os escribo estas líneas a una distancia de unos 20.000 kilómetros, lo que no es moco de pavo (¿de dónde vendrá esa expresión? Nunca he conseguido averiguarlo...¿Sabéis ese tipo de cosas en las que sólo piensas de vez en cuando y nunca en el momento propicio para buscar la respuesta?), pero a veces parecen sólo diez kilómetros y otras veces me parece que estoy en la luna (en todos los sentidos: en ese figurado de estar en Babia -otra...¿de dónde vendrá esa?-; y porque me parece estar más lejos aún que en New Zealand...20.000 kilómetros a veces me parecen pocos a pesar de que, estando en la Tierra, no habría forma humana de que hubiera más distancia. 
Estoy cansada (físicamente sobre todo, ¿eh?, que no cunda el pánico), pero queda poco para que termine lo que se ha tornado en pesadilla).
Las dos últimas semanas he estado trabajando en otro sitio y resulta que coincidiendo con mi comienzo en este  nuevo lugar -se llama Tank juice bar y es una franquicia que invade Auckland -la también conocida como laciudaddondelleuevetodoslosputosdíasyavecescomosinohubieraunmañana -jodiendoelparaguassúperguayqueMiguelregalóaMíriamporsucumpleañosporqueademásdelloverhaceunvientoquedespeinaauncalvo- donde hacen zumos y ensaladas ("uuh....qué guay..." pensaréis algunxs)- mi jefe del restaurante decidió que me necesitaba los siete días de la semana -menos mal que la semana sólo tiene siete días...). Eso significa que mi último día libre fue el 8 de junio (os remito a la fecha de publicación de esta entrega para decir "uuh...eso no es guay"). La semana pasada trabajé 64 horas. Supongo que eso vale como dato. Quizá así justifique mejor mi ausencia por estos lugares. Pero ésta no se debe sólo a que he trabajado mañana y tarde prácticamente los últimos 20 días sino también (otra vez...) a que el ordenador está jodido. Pero con personalidad. A veces se apaga sin mediar palabra (así es él) y sí, es como la tercera o cuarta vez desde que estamos aquí que se rompe. El caso es que la intensidad y la frecuencia de los apagones va en aumento conforme pasan los días y yo, con esta presión, no puedo escribir. Hoy me he decidido porque he publicado antes una entrada en mi otro blog (¿conocéis mi otro blog? es éste) y ya me he venido arriba y he dicho: "pues ala, a lo loco, publico también en el de las antípodas). La realidad es que llevaba una semana entera sin tener una mañana libre (sólo es la mañana, ¿eh? que a las cinco trabajo en el restaurante) y como estoy animada porque mañana es el último día en el infierno de las frutas, he decidido pasarme por aquí arriesgándome a que el bicho éste se apague llevándose consigo todas mis ideas -vale, sí, he dramatizado; se llevaría la plasmación de mis ideas-. 
Últimamente pienso mucho en cosas que me gustaría escribir y a veces me enfado con él por apagarse. Siento que está coartando mi libertad de expresión, como si de Gallardón o Rajoy se tratase, pero soy consciente de que podría escribir con un boli sobre un papel. Alguna cosa he vomitado por ahí. Pero no podemos negar que se escribe más rápido con teclas. 
Venía pensando que tengo que escribir sobre el Tank y ahora me da una pereza infinita. Podemos resumir las dos últimas semanas de la siguiente forma: trabajamos una india (la manager), un indio (Manpreet, que se cree muy guay) y yo. Y lo de "trabajamos" en plural es una forma de hablar porque más bien trabajo yo y ellxs me van diciendo lo que tengo que hacer. Es increíble...Tienen dos problemas: mucho morro y una obsesión con no dejarme parar ni un minuto. Por pedirme que haga cosas cuando no hay nada que hacer me han llegado a pedir que limpie unas paredes blancas impolutas o que vacíe una nevera para limpiar cada balda y las dos puertas cuando todo estaba ya limpi0. Una se siente un poco estúpida limpiando cosas que ya están limpias...
Los primeros días llegaba a casa con un dolor de espalda infernal fruto de la tensión acumulada y del trabajo físico. Según han ido pasando los días, me he ido relajando y ya se ha quedado sólo en el cansancio físico...Al principio, como buena novata que actuaba bajo la presión de cuatro ojos inquisidores (dos más que los otros dos...jodido Manpreet), me ponía nerviosa y hacía torpezas nada propias de mi persona. Pero ahora ya podría hacerlo mejor que ellxs dos juntxs. 
Podría entrar en detalles y anécdotas, pero me da pereza. Acaba de llegar Miguel a casa y quiero hacerle compañía mientras come. Le he hecho una tarta de queso sorpresa que no sé cómo estará.
Esta entrada, que parece más fruto de la desidia que de otra cosa, llega a su fin. 
Intentaré volver pronto para relataros mis aventuras en el Tank. Esa entrada se llamará "de cómo me putearon entre frutas" y el título llevará el verbo en pasado porque ya habré terminado de trabajar allí.
Besos desde otro hemisferio o desde el mismo según desde dónde me leáis. 

2 comentarios:

  1. Lo que más me ha llamado la atención: Tarta de queso.... ¿no eras vegana?
    Lo demás es el sufrimiento típico de los inmigrantes que llegan a otro país, trabajar como un esclavo... Yo también lo sufrí, si te consuela algo...

    ResponderEliminar
  2. Me gusta mucho leerte!

    Creo que lo del moco de pavo es que eso no vale para nada, porqe no se come ni nada jeje.

    Animo luchadora!

    Pronto parece que veré la cara a América y veremos como resulta mi aventura y encuentro, te contaré.

    ResponderEliminar