Es obvio que esto está decayendo...Y no lo digo sólo porque hable de chirivías y nabos suecos.
Al principio tenía un montón de ilusiones depositadas en este espacio, pero sobre todo...tenía un montón de tiempo libre. Empecé trabajando muy pocas horas en el restaurante y además tenía horarios bastante diferentes a los de Miguel, lo cual suponía que pasaba bastante tiempo sola. La soledad invita a meditar y, por ende, a escribir. Últimamente, sin embargo, trabajo mucho más y paso más tiempo con Miguel, lo que hace que el tiempo para escribir aquí se vea limitado.
Además, a veces siento que aburro dando datos técnicos, detalles vitales que son importantes en el día a día, pero que me da pereza relatar. Y como últimamente hemos vivido mucho de eso (tediosas historias), creo que he entrado en el bucle de no escribir por no saber cómo empezar a contarlos...
Bien es verdad que ha habido un tercer motivo en mi abandono del blog, no menos importante: el puto ordenador. Por unas cosas o por otras, no ha parado de dar problemas desde que llegamos a este lado del mundo, pero últimamente se estaba superando...Se apagaba cada dos por tres. Fue toda una odisea. Resulta que los portátiles, además de la batería "normal", la que todo el mundo conoce, también tienen una que se llama batería CMOS, que es una pila de botón que podría ser considerada la batería interna. Pues bien, resulta que eso era lo que teníamos jodido. Miguel abrió el ordenador, la sacó y nos encontramos con que todo el mundo ponía cara de póquer cuando veía la maldita pila. Conclusión: no hemos encontrado un recambio. Cuando todo parecía sucumbir ante nuestras narices (porque la idea de comprar un ordenador nuevo no nos motivaba nada...), apareció Héctor, nuestro compañero del trabajo, con su inestimable bondad, y nos regaló un ordenador antiguo que tenía por casa y que apenas usaban. Gracias a combinaciones entre uno y otro y después de descubrir que también tenemos roto el cargador, ahora vamos tirando y al menos ya no se apaga...¿Veis? Historias aburridas que da pereza contar. Pero justifico mi más que reiterada ausencia por estos lares.
Con respecto a las cuestiones técnicas a las que aludía más arriba, voy a hacer un ejercicio de síntesis (cosa que nunca me ha resultado fácil) y voy a intentar referirme a ellas de la forma más breve posible:
Nuestro (maravilloso) visado, que se llama Working holiday visa, nos permite vivir en el país un año, pero no podemos trabajar más de seis meses (de ahí de lo de working -trabajar- holiday -vacaciones-) o, visto de otro modo, es un sacacuartos mediante el cual pretenden evitar que el dinero que ganes en New Zealand salga de aquí. Es un poco como "gana dinero y luego gástalo aquí". Pero si eso no fuera suficiente, no podemos trabajar más de tres meses para el mismo empleador, así que de los creadores de "gana dinero y luego gástalo aquí", podemos añadir "y mientras terminas con un empleador y encuentras otro, sigue gastando y así te queda menos para tus vacaciones y nos aseguramos más aún de que el dinero se queda aquí, en las jodidas antípodas, donde Cristo perdió la sandalia y no para de llover". Bueno, ya me estoy enrollando más de la cuenta. Es que no lo puedo evitar...
Donde pretendo llegar es a la situación en las que nos encontrá(ba)mos: Miguel gastó los tres primeros meses en el primer sitio donde trabajó y después de empezar en cash (eufemismo para decir "en negro") en el restaurante donde ahora trabajamos juntxs, pidió el contrato, que se le termina dentro de unos pocos días. Con el fin de ese contrato, terminan sus seis meses legales. Mi caso es parecido, pero no exactamente igual. Desde el 15 de diciembre que empecé en El Faro (a estas alturas tenemos que poner nombre al restaurante) hasta el 10 de mayo que pedí el contrato, trabajé en cash. Eso quiere decir que en mi caso el 10 de agosto terminan mis tres primeros meses, lo que me obligaría a cambiar de empleador, pero sí podría buscar trabajo legal en otro sitio. El problema es que cambiar de trabajo, además del dinero que podría perder por el camino mientras lo encuentro y me asiento, da pereza porque estoy muy bien donde estoy. Me llevo bien con todo el mundo, estoy a gusto, tengo confianza, confían en mí, tengo un puesto que creo no voy a alcanzar en otro sitio llegando de nuevas y sólo para los menos de dos meses que me quedarían cuando ese momento llegara...
Me daba pereza referirme a los datos técnicos, pero me da mucha más pereza contar cómo se han ido desarrollando los acontecimientos hasta el día de hoy. Entrar en el bucle de no escribir porque se tiene mucho que contar es malo porque cada vez hay más cosas que contar y cada vez se atisba menos por dónde cogerlo para relatar correctamente todo. Así que podemos decir que habéis tenido suerte y al ser incapaz de rememorar los acontecimientos uno por uno, podemos dejarlo en que las conversaciones con Mark, nuestro jefe, fueron largas y tediosas. Desarrollamos una capacidad comprensiva y expresiva en inglés que no creíamos tener cuando, de pronto, de un día para otro, nos dijo que no iba a seguir pagándonos en cash, así que o incumplíamos el visado o...puerta. Mi caso no era tan dramático, insisto, porque aún me queda visado para llamar a otra puerta, pero Miguel...
En definitiva, y aunque por el camino han quedado los avatares pasados, las conversaciones, los subeybaja, las posibilidades, los temores...más o menos parece que hemos sido capaces de resolver el entuerto.
De momento sólo miramos los días que faltan para el 18 de agosto, lunes que volamos a Tonga. No podéis imaginar las ganas que tenemos...Ya es necesidad, de verdad. Después pretendemos trabajar más o menos otro mes y medio más, o un pelín más, y a mediados/finales de octubre nos vamos de aquí. La idea es irnos a hacer un wwoofing, que no es más que ir a un lugar en el campo a trabajar unas horitas gratis a cambio de casa y comida. Esa es una de las opciones que me planteé yo durante el transcurso de los acontecimientos en El Faro. Pensé que Miguel se quedara aquí trabajando mientras yo me iba a esperarle descansando en el campo. Pero finalmente he decidido esforzarme otro poco más para irme con más ahorros.
Ya os digo que la semana y pico que ha mediado desde que Mark nos dijo que no podía pagarnos en cash cuando terminara nuestro contrato hasta el día de hoy ha sido intensa. Muchas cosas, muchos esfuerzos mentales...Desgaste. Enfado. Frustración. Pero hay una cosa que tengo clara: todo lo que hagamos, vamos a hacerlo bien. Sea lo que sea, pase lo que pase, hacemos un buen equipo y sabemos levantarnos de nuevo. De momento, parece que hemos escogido la opción correcta (sobre todo hablo por mí, que sí tenía opciones...Miguel, quisiera o no, tenía que quedarse acatando las decisiones de Mark). Creo que hago lo correcto quedándome en El Faro. Ayer le di la respuesta definitiva a Mark.
En otro orden de cosas, puedo seguir contando trivialidades sin demasiada importancia, pero divertidas. Por ejemplo, mi experiencia festiva el pasado viernes (¡ja!).
Tengo un alumno de español que se llama Max y es de Taiwan (aunque vive en New Zealand desde que tenía 5 años y no sabe hablar taiwanés) con el que doy dos horas de clase todos los viernes. El viernes pasado me preguntó qué iba a hacer por la noche y me dijo que sus amigos y él iban a salir y que si quería ir con ellos. Cuando salí de trabajar a eso de las once le mandé un mensaje para ver dónde estaban, me tomé una copa de vino con Ludmila -la manager del restaurante- y Whitney -una kiwi que habla español perfecto- y después me fui con Whitney al bar donde estaba Max. Muy divertido todo. Resultó que Max es gay y el bar era un bar gay. Estaba allí con su novio y nos reímos un rato ("I´m a little drunk" -estoy un poco borracho- según me vio). Lo demás vino rodado. El caso es que yo me había tomado dos o tres cervezas cuando Whitney y yo tuvimos la idea de tomarnos un chupito de Jägermeister (o la bebida del infierno). No daré más detalles porque aún tengo una dignidad que quiero conservar. Podemos decir, simplemente, que al día siguiente, sábado, trabajé de 12 a 15 y después de 16:30 a 23:00. Y como dato, añadiré que NUNCA en los casi ocho meses que llevo en el restaurante habíamos hecho una caja como la de ese día. Era el último día de un festival de cine muy importante que se celebra una vez al año en Auckland y hubo muchísimo trabajo. MUCHÍSIMO. Y yo con mi resaca. Creo que ha sido suficiente información. Casi me da algo...¡Pero sobreviví! Y el lunes a las ocho de la mañana tuve otra fiesta, esta vez por el cumpleaños de las gemelas de Héctor, que han cumplido dos años. Para comérselas...
Como somos inmigrantes y todxs trabajamos todo el rato, el único momento en que podíamos juntarnos todxs era en el desayuno así que quedamos de 8 a 8:30 y allí estuvimos hasta las 10 y algo. Hacía meses y meses que no me levantaba a esas horas...pero mereció la pena.
Si os digo la verdad, aunque no nos parecemos en muchas cosas importantes de la vida, he cogido mucho cariño a mis compis del trabajo. Lo importante es que son buena gente. Y aquí son una especie de familia. Pasamos muchas horas juntxs y nos queremos y respetamos. Héctor es una persona maravillosa y se está portando muy bien tanto con Miguel como conmigo. Lo ha hecho desde el principio y lo sigue haciendo. Le debemos bastante.
Pasamos un desayuno agradable, nos pusimos hasta el culo de croissants y de torta (como ellxs llaman a la tarta) y por fin conocí a sus hijas, de las que tanto nos habla y a las que sólo había visto en foto.
Miguel les compró un puzzle en 3D y un xilófono y teníais que ver cómo arreaban al xilófono...¡ja! Pero Miguel no vino porque había hecho dobles el sábado y el domingo y aún le quedaban dobles el lunes y el martes, así que ese madrugón en medio de cuatro turnos dobles le superaba.
Por regla general, no suelo ser mucho de relatar cotidianidades. Me cuesta y, hasta cierto punto, me aburre. Me gusta más escribir cosas más...más...no sé muy bien cómo definirlo. ¿Más elevadas? ¿Personales? Pero tampoco sé si éste es lugar. El cuaderno que con tanto amor me cosió mi amiga Carmen guarda en su interior palabras que se mueven en esa línea. Pero como los meses pasan y estáis muy lejos...he decidido hacer una entrada de datos técnicos y de detalles sobre nuestros días para que nos sintáis un poco más cerca y para que sepáis que os pienso y os echo de menos.
Tengo que confesar que hace un par de semanas pasé un pequeño bachecillo. De pronto me sentí un poco sola en el mundo. Os juro que en algunos momentos puedo llegar a estar completamente sola. Cuando Miguel trabaja por la mañana y yo no, a la vez todxs vosotrxs dormís porque allí es plena madrugada. Me hizo gracia que el otro día Miguel me contó que él también ha pensado eso alguna vez. Es lo más parecido a estar sola en el mundo. Y, como digo, hace unas semanas, me pegó duro. De repente sentí que mi gente estaba, en general, más lejos que estos 20.000 km. Os eché de menos y sentí que no estabais. En general. Sé que es ambiguo y ahora me cuesta rememorarlo porque lo he superado. Pero me dolía algo por dentro. Y súbitamente, como si de pronto hubierais sentido lo que me pasaba, en poco tiempo empecé a recibir WhatsApp pidiéndome conversaciones de Skype o preguntándome cómo estaba. Curioso, bonito y dulce. Conexiones ultramarinas.
Lo que tengo muy claro es que esta experiencia me está sirviendo mucho para encontrarme contigo misma, para sentirme más que nunca, para conocerme, respetarme y aceptarme. A veces echo de menos tener más tiempo para mí misma (ya os digo que sólo trabajo, hago la comida, me ducho y veo "Juego de tronos" -ja-), pero de aquí a poco (según volvamos de Tonga) parece que vamos a empezar a trabajar menos horas (ya no me importa ahorrar menos) y creo que podré encontrar el hueco que necesito para empezar a escribir la novela que se fragua en mi interior. Tengo mucho que decir y a veces sueño con dedicarme a escribir. Me haría extremadamente feliz. Y, creedme, ahora ya creo que todo es posible.
Quiero escribir, viajar y soñar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario