miércoles, 16 de abril de 2014

Superando la onicofagia

Digamos que publico esta entrada sólo para poder utilizar una palabra que acabo de aprender...pero  de paso aportaré información trascendental.

Quiero contaros que desde que llegué a Nueva Zelanda, estoy superando la onicofagia. Quien me conoce (la madre que me parió podrá darme la razón sin ninguna duda) sabe bien que esta costumbre me ha acompañado toda la vida. He pasado épocas mejores, épocas peores...pero siempre ha estado ahí. Ni los "pintauñas" de farmacia con mal sabor, ni los guantes de comunión que mi abuela me compró en una mercería, ni apretarme con una mano los dedos de la otra, ni dedicarme a las cutículas con ahínco, ni los golpetazos que podían pillarme desprevenida y hasta hacerme daño...nada de nada. 
Pero ahora parece que lo estoy consiguiendo...

onicofagia.

(Del gr. ὄνυξ, -υχος, uña, y -fagia).

1. f. Costumbre de comerse las uñas.


En cualquier caso, les diré yo a estos señores de la RAE que no deben conocer a mucha gente con esta costumbre porque, por lo general, no te las comes sino que te las muerdes. Cuando alguna vez se me ha colado una uñilla...uy, ¡qué daño! No están para comérselas, no. La cosa es mordérselas.

martes, 15 de abril de 2014

En la vida todo llega, todo pasa y todo cambia.
Todo llega: mi madre llega en cuatro días. 
Todo pasa: disfrutaremos de unos días y luego se tendrá que marchar de nuevo.
Todo cambia: yo ya no soy la misma.
Si os digo la verdad, estoy nerviosa. No sé qué me pasa, pero supongo que está relacionado con el viaje y la llegada de mi madre. Llevo un par de días durmiendo raro y descansando poco.
El viernes es el cumpleaños de Miguel y como hoy y mañana estoy libre, voy a dedicar estos dos días a sus regalos (que no puedo mentar aún por razones obvias) y a preparar las excursiones con mi madre y Pocha (para toda aquella persona que aún no lo sepa, mi madre viene con una amiga de toda la vida). 
Vamos a pasar unos días en Bay of islands, un sitio al norte de la isla norte que (al menos a juzgar por las fotos que he visto y por los comentarios de la gente) debe ser increíble. Pero como yo tengo ocho días libres, tengo que pensar bien qué vamos a hacer para aprovecharlos al máximo. 
Miguel va a empezar a trabajar en mi restaurante (no es de mi propiedad, no) y estamos felices con ello. 
De momento, seguimos pensando en permanecer en Auckland todo lo que podamos para ahorrar lo máximo que nos sea posible y luego volar a Asia con ello. 
Hay días que echo de menos España, ya ves tú. Porque España no es un país, España es mi gente, es el sol, las cañas, pueblos y parques, ciudades y una forma de ser, un calor diferente, un ambiente sin igual. 
Pero España (aunque nadie sabe cómo o en qué condiciones) seguirá ahí. Y yo volveré algún día. 
Tengo la impresión de que el tiempo es más relativo que nunca para mí. Vivo con la sensación de que los días ya no son días sino horas y sucesión de momentos. Es como si los días durasen la mitad porque cuando yo me acuesto, vosotrxs os despertáis y viceversa. Sigue haciéndoseme extraño. 
Curiosamente, cada día echo de menos a menos gente. A menos, y menos, y menos...
Pero, como ya estaréis hartxs de escuchar, echo de menos a mi madre y a mi hermana. A rabiar. Me repito más que el ajo, ya lo sé. Por cierto, ahora compramos un hummus que se llama "gloriously garlic" que a Miguel le gusta a pesar de tener mucho ajo. El ajo es bueno para todo y es el mejor antibiótico natural. Alberto, ¿qué tal llevas los ajos en ayunas? Para todo/a aquel/la lector/a de estas líneas, sabed que comerse un diente o dos de ajo en ayunas todas las mañanas es una de las mejores cosas que podéis hacerle a vuestro sistema inmunitario.
Me acuerdo mucho de mi padre también. Le mento menos porque en mi cotidianeidad antes de marcharme él estaba menos presente (básicamente, porque vivía lejos de donde yo estaba -ahora está más lejos, claro-), pero me acuerdo mucho de él. Le pienso mucho y proyecto buenas energías hacia Benidorm. Mi padre me enseñó lo del ajo crudo, como tantas otras cosas. Mi padre, esa pequeña gran fuente de sabiduría. Mi padre, el que me ayudó a crecer y me dio tantos y tantos conocimientos y un cariño especial. No sé cómo quieren otros padres a sus retoños, pero estoy segura de que a mí el mío me quiere muy bien. 
Ayer vino un cliente de Liverpool al restaurante y como ya estaba casi cerrando, me pude permitir charlar un buen rato con él. El acento que más fácil se me hace es, precisamente, el de la ciudad natal de los Beatles, esa música con la que crecí porque mi padre tiene buen gusto musical. Con mi padre iba al Museo del Prado. Y con mi padre crecí escuchando buena música. Mi padre, ese melómano al que adoro. 
Papi, qué ganas de abrazarte...

sábado, 12 de abril de 2014

Hablar de la vida de otras personas sería más fácil porque hablar sobre mí me cuesta. No me gusta demasiado. Sé que esta idea es contradictoria con el hecho de haber abierto este blog, pero es así. Supongo que la vida son contradicciones y los seres humanos somos contradicciones con patas. Puedo imaginar que luchar contra esa esencia es parte de la tarea que deberíamos asumir.
Pero como tampoco me gustaría hablar de la vida de otras personas, lo mejor sería inventar vidas. Por eso siempre he querido escribir. Y a la vez me siento incapaz. Son muchas las cosas que he empezado, ninguna la que he terminado. Y la mayoría de los textos que he iniciado, sin mucha pretensión, están en un cajón que sólo yo abro. 
Cuando estaba a punto de venir a New Zealand, pensé que quizá aquí encontraría el tiempo, el espacio y la inspiración. Y resulta que apenas tengo nada de eso, a pesar de que estoy más conmigo misma que nunca. Porque trabajo mucho y porque supongo que la inspiración es algo repentino. Dicen que no sé quién dijo que la inspiración tiene que pillarte trabajando. Creo que fue Picasso. Pero no sé cómo podría pillarme trabajando la inspiración si no encuentro cómo empezar...
Me pasa con cierta frecuencia que estoy haciendo cualquier cosa y de repente tengo un ataque de lucidez que me hace correr hacia un cuaderno. Ideas que algún día podrían tomar forma. Pero luego no la toman. Ahí están. Aparcadas. Casi olvidadas. 
Yo lluevo y brillo y eso se refleja en las cosas que escribo. Soy como un día en Nueva Zelanda. Lluevo y brillo en cuestión de segundos. Puedo cambiar de un estado al otro en poco tiempo. No sé si eso es bueno o es malo, pero así es. Así soy. La cuestión es que soy feliz y supongo que al final del camino eso es lo que todas y todos queremos. Así que sonrío. No lloro. O sí, claro. Porque soy llorona. Tampoco sé si es bueno o malo. Y no sé si me gusta o no. Pero no lo puedo evitar. Es mi forma de ser y siempre he sido así. Supongo que soy pasional y vehemente. Y supongo que eso es malo cuando te hace sufrir. Pero yo estoy aprendiendo a encajarlo y a aprovecharme de ello. Antes sufría más. Ahora voy aprendiendo a medirme. Supongo que finalmente será verdad eso de que los años pueden servir para algo. Pero siempre me negaré a la sacralización de la edad. El tiempo no nos hace inteligentes. De hecho, me atrevería a decir que el tiempo hace que la gente tonta sea más tonta, la gente estúpida se estupidiza más. 
El otro día preguntaba una conocida si concebíamos el término "ambición" como algo positivo o negativo y a mí me dio qué pensar. Me planteé si la ambición es buena o es mala y por qué. Y una vez más recurrí a mi odiada RAE, a esa panda de catetos cultivados que piensan, escriben y dictan con la polla que caracteriza a la sociedad patriarcal en la que vivimos. Dicen estos, digo, que la ambición es el deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama. Y yo me planteé entonces que si suelo pensar que la ambición es negativa es porque el poder, las riquezas o la fama no son cosa buena o al menos se me antoja como algo negativo buscarlas (o buscarlas ante todo). La fama podría ser buena en otro mundo, pero mira y piensa...¿quién y por qué es famosx hoy? Otra cosa es eso de la dignidad. Si la dignidad es la excelencia, entonces es bueno ser ambiciosa en ese sentido...Pero es verdad que la dignidad puede ser también un cargo o empleo de autoridad. Mierda pa mí otra vez. 
No sé si soy ambiciosa. Pero sé que quiero muchas cosas, todas relacionadas con mi mundo interior. Tengo un mundo interior inmenso. A veces siento que mi mundo interior es más grande que el que piso. Me late, me arde, me quema y me hiela. Me come por dentro. Y las palabras a veces no sirven. Leí hace poco una poesía de Rafael Alberti que decía que él nunca sería de piedra, que lloraría, reiría y gritaría cuando hiciera falta. También decía que contaría cuando hiciera falta. Eso intento yo. Contar. Transmitir. Pero no sé si lo consigo. A veces tampoco sé por qué intento contar. De vez en cuando no sé si tiene sentido. Somos seres solitarios. También sociales, sí. Claro. Pero no es lo mismo sociedad  que gregarismo y a mí me da pereza la humanidad porque creo que es un fallo. Somos un fallo. El planeta funcionaría mejor si no lo pisáramos. 
Yo, que creo que podríamos no estar, he decidido estar en muchas partes. Por eso quiero viajar. Por eso ahora estoy en la otra punta del mundo. Pero ya no estoy boca abajo porque intento quitarme de encima el puto etnocentrismo (qué cosa...Parece que sólo del llamado primer mundo. Y sigo sin saber dónde está el segundo mundo).
A veces me hago gracia porque creo que mi discurso puede sonar a jipi trasnochada. Y lo peor de todo, lo más triste, es que siento que no digo más que cosas lógicas. Eso pensará cada cual de sus sentencias, digo yo...Qué pena. Sí, también digo tonterías, claro. Muchas. A diario. Pero mi filosofía de vida, las cosas en las que creo en lo más profundo de mi corazón, me parecen básicas, sencillas y para todos los públicos. Y el mundo se empeña en llevarnos la contraria. Hablo de igualdad. IGUALDAD.
Ahora sólo quiero que llegue mi madre. Estoy deseándolo. Ya sólo queda una semana. UNA SEMANA. 
Ahora los días tienen más sentido. Entiendo mejor eso de que un día son veinticuatro horas desde que cuento los que me quedan para abrazar a mi madre.

sábado, 5 de abril de 2014

Volar

Hay días como hoy en que tengo ganas de escribir, pero siento que no tengo qué poner. No me apetece hablar de rutinas, de cotidianeidad, del día a día. Me apetece hablar de sueños, proyectos, ilusiones...
Hoy vengo a hablar de los planes que tenemos para el futuro a medio plazo. Algunxs ya los conocéis porque hemos hablado, pero parece que haciéndolo oficial va a ser más real y lo voy a ver más cerca.
Pretendemos aguantar en Auckland todo lo que podamos trabajando para seguir ahorrando. Luego viajaremos por New Zealand (no tanto como igual pensamos en un primer momento porque este país es caro y, al fin y al cabo, yo creo que tampoco da para tanto) y después comenzará la aventura. No sé si pasaremos primero por Australia, pero lo que está claro es que después volaremos a Asia. Es muy probable que aterricemos en Malasia porque es el primer país del gran continente donde podemos parar a precio asequible. Como es el que más cerca nos pilla, desde ahí (supongo que ya todo por tierra) continuaremos por Vietnam, Laos, Camboya, quizá Bangladesh...hasta India, lugar desde el que regresaremos a España. 
La idea es estar en España una temporada para volver a reunir dinero y después volar de nuevo, en esa ocasión rumbo América Latina. Ahí lo dejo.
Volar, volar y volar. En todos los sentidos.

VOLAR

martes, 1 de abril de 2014

Todo el amor matutino

Supongo que los años me han endurecido, como a cualquier persona. Me imagino que es un proceso normal, nada raro. Los conflictos, las desilusiones y los sueños frustrados, parte de la vida de cualquiera, van marcando. Y vamos cambiando. Pero esos cambios no tienen por qué ser a mal. Volverse más dura, que cueste más decir y sentir cosas bonitas, desconfiar de los sentimientos, pensar que todo tiene fecha de caducidad…nada de eso tiene por qué ser malo. Puede ser, simplemente, inteligente. Y a pesar de todo eso, a pesar de que ahora ya no sea tan ilusa como antaño, aunque ya no me creo las cosas como antes, ahora soy mucho más feliz. Mucho más. Y no me importa equivocarme o apostar sin saber si voy a ganar. Ahora sólo sé que quiero sonreír y hacer sonreír a mis personas queridas, que es posible que cada vez sean menos, pero cada día son más importantes. Os quiero. Vosotras y vosotros sabéis quiénes sois. Y sabéis cuánto os necesito a mi lado, pero de la forma más positiva del mundo.
Miguel es, sin duda, lo mejor que podía haberme pasado. Me siento libre y soy muy feliz. Su sonrisa por las mañanas o las miradas de complicidad, sentir que me entiende entre dos millones de personas que jamás serían capaces de comprender ni una miaja de lo que me late...No me da miedo decir esto públicamente porque cualquiera que me viera, podría saber que siento verdadero amor. Pero no amor del romántico, no. Amor del de verdad, del que es, sobre todo, amistad. Amistad pura y auténtica.
Me gusta perderme contigo por las calles de esta ciudad y me encanta soñar con los momentos en que continuaremos viajando por el mundo. Está claro que el día que emprendimos este viaje iniciamos un viaje sin retorno del que estoy muy orgullosa.
Hoy es nuestro día libre conjunto. Hace ya una semana del último y hoy, de nuevo, volverá a ser maravilloso. Aprovecharemos cada minuto.
El martes pasado descubrimos un pequeño parque en el corazón de Auckland que a mí me enamoró. Primero estuvimos tumbadxs en el puerto, sol en la cara. Después paseamos hasta ese parque que tiene algo mágico que me cautivó. Mamá, estoy deseando llevarte. Ha empezado la cuenta atrás. Ya estamos en abril. Nos quedan dieciocho días para vernos…
Después visitamos un cementerio increíblemente especial. Me acordé de mi hermana (a la que echo de menos a rabiar) porque le gustan los cementerios. No me extraña. Son lugares tranquilos. Dan calma, dan paz. Era un cementerio antiquísimo. La lápida más moderna rezaba que la persona que descansaría allí para siempre había pasado sus últimos días en 1915. La mayoría de las sepulturas eran del s. XIX y apenas se podían leer. La humedad de Auckland y, sobre todo, los años habían hecho estragos en ellas. Me encantó. Magia.
Hoy seguiremos paseando. No sólo paseamos por las calles, también nos paseamos nosotrxs. Sé que eso puede tener mil lecturas. Las tiene todas.
Me encuentro en armonía.
Hay días que me canso mucho de la rutina, del restaurante, de sentir que todos los días se parecen y que, en cierto modo, vivo un poco en el futuro, deseando que llegue mi madre, deseando viajar por Asia, deseando, deseando…Pero supongo que eso tampoco tiene por qué ser malo.
He aprendido a relajarme, a no exigirme siempre más y más, a no juzgarme duramente si no soy siempre como quiero y si no hago siempre las cosas como creo que deberían ser. Soy una persona más tranquila. Estoy más en mí. Creo que estoy más en mí que nunca. Y eso que echo de menos a mi madre y a mi hermana mucho. Y a Laura. Os echo de menos. Me fastidia no estar en vuestro día a día, no estar viviendo con vosotras las cosas que os están pasando y no poder tomarme una caña con vosotras o que nos riamos de cualquier cosa. Carmen, de ti también me acuerdo mucho. Hay personas que van calando poco a poco y un día están muy dentro sin que apenas te hayas dando cuenta de cómo ha pasado.
Pero como ya he dicho más de una vez, en el fondo no me preocupa. Sé que estáis ahí y vosotras ya sabéis dónde estoy y que volveré para que nos dediquemos el tiempo que nos merecemos.
Me acuerdo también de mi amiga Nita, que es una de las personas más dulces que conozco. Ella sí que da paz…Y de mi querida Kalvi, a la que parece que descubrí tarde, pero de la que no quiero separarme. Men, qué podría decir de ti…Amor es lo que me inspiras.
Me encanta sentir presentes incluso a aquellas personas de las que no sé mucho y tengo que reconocer que me está sorprendiendo cómo está comportándose la gente en mi ausencia. Gente a la que esperaba cerca no está y gente de la que quizá no esperaba tanto, está súper presente. Estar no es hablar todos los días, estar no es tener que dar el parte. Estar es lo que vosotrxs ya sabéis. Alberto, eres genial y lo sabes.
Que no se sientan mal aquellas personas que no han sido mencionadas en estas líneas. No es por nada. Tengo mi corazón lleno de amor y a veces me acuerdo más de unas y otras veces recuerdo más a otros. No es por nada. Supongo que son rachas. Pero mi madre y mi querida hermana ocupan un lugar especial e irremplazable. El amor que siento por mi hermana sólo ella puede entenderlo. Es quizá lo más especial que me ha pasado nunca. Hay veces que no nos entendemos (bueno, desde que estamos lejos, eso no pasa…), hay momentos en que no somos capaces de comprender comportamientos o actitudes de la otra, pero me siento muy orgullosa de ella siempre y me encanta que me haya tocado tan cerquita.
Os preguntaréis por qué estoy tan amorosa. Buena pregunta. No lo sé. Me he levantado inspirada.
Uno de los mayores placeres de la vida es escuchar a Miguel tocar la guitarra. Me calma y  a la vez me inspira. Me recuerda todo lo que quiero ser. Despertarme cada mañana y verle sonreír y que esas sonrisas muchas veces vayan seguidas de notas…
Hoy estaba tumbada en la cama escuchándole tocar y recordándome a mí misma todas las cosas que quiero hacer y todos los sueños que quiero cumplir y de repente he sentido la imperiosa necesidad de levantarme a escribir a toda velocidad. No tengo ni la más mínima idea de lo que estoy poniendo. Ni me releo. Muy propio de mí. Sólo fluyo. Es como si me resbalara por las teclas…
Ya sabéis que ya no estoy cabeza abajo.
Los besos que os mando tienen la misma fuerza que cuando los mandaba boca abajo.
Si me queréis, sonreíd. Estoy contenta.