viernes, 28 de febrero de 2014

De dentro

Ahora recuerdo aquellos últimos días en España como algo muy lejano, pero a la vez parece que fue ayer. Ya hace más de tres meses que nos marchamos y por un lado se me han pasado rapidísimo (es increíble a qué velocidad se me pasan las semanas), pero por otro lado tengo la impresión de que estáis lejísimos, no sólo espacialmente, sino también temporalmente.
Me acuerdo de esos días en los que tenía que apurar preparativos (cómo no) y en los que aún no podía creerme que me iba aunque tuviera una maleta a medio hacer y un montón de despedidas a medias, pero empezadas.
Llegamos aquí, empezamos, y ahora resulta que han pasado tres (largos) meses (cortos).
Creo que estos meses me han servido. No son muchos, lo sé. En realidad es muy poco tiempo. Pero…bueno, no sé qué es mucho y qué es poco en realidad. El tiempo no se debería medir en segundos, minutos, meses o años sino en intensidades. Y yo estoy segura de haber crecido, de haber aprendido y de seguir preparada para continuar este camino sin vuelta. Ahora valoro más muchas cosas y a algunas personas. Ahora me importan menos muchas otras cosas.
Ahora me doy más cuenta que nunca de lo valioso que es el sistema sanitario público español, ese que quieren cargarse y por el que debemos/debéis seguir luchando. Ahora soy más consciente de lo duro que es empezar en un sitio y admiro más a todas aquellas personas que dejan sus países de origen, muchas veces sin más opción que esa, para emprender una peligrosa y difícil aventura. Hoy me da más asco que nunca el mundo en el que vivimos, ese mundo que obliga a millones de personas a dejar sus hogares en busca de un futuro mejor o que, directamente, tiene a muchísimas personas sin ese hogar que habrán de buscar lejos del sitio que les vio nacer. En estos momentos de mi vida siento con más fuerza que nunca que todas las personas somos iguales y que son las diferencias culturales las que nos acercan al final. Ahora quiero, más que nunca, conocer. Quiero seguir conociendo el mundo, abriendo mi mente, escuchando, mirando y aprendiendo.
Últimamente me gusta más escuchar y menos hablar. Sé que muchxs os sonreiréis y pensaréis que eso no es posible. Pero yo ya no soy la de antes. Hace mucho que dejé de ser la de antes, pero creo que este punto de inflexión, este viaje (que ha sido más hacia dentro que hacia afuera) me está cambiando sin querer más que todas mis tentativas intencionadas.
Me encanta hablar con Miguel y compartir con él mis reflexiones, mi aventura personal e interior y mis cotianeidades, pero más allá de Miguel y mi santa madre, a la que sigo echando mucho de menos y con la que hablo todo lo que puedo, creo que nadie se imagina bien lo que me baila por dentro. Digo que son Miguel y mi madre quienes pueden intuirlo, pero ahí acaba la lista. Ni siquiera vosotrxs, querida madre y querido Miguel, sabéis en realidad cómo ardo por dentro.
Me siento muy acompañada porque me tengo a mí misma más que nunca, pero también porque cuento con la inestimable compañía del mejor compañero de viajes y de vida del mundo y porque mi madre estará siempre “ahí”, aunque “ahí” sea la otra punta del mundo o del universo. Pero estar “ahí” no tiene por qué ser dar señales cada día o contar cada cosa que pasa. Estar “ahí” significa también saber que puedo contar contigo cuando lo necesite o sentirte sin necesidad de hablar cada X tiempo. Estar "ahí" es que tú me sientas de la misma manera...Por eso digo que he aprendido a valorar más a algunas personas. Hay gente a la que siento “ahí” a pesar de que no hablemos apenas o aunque hablemos de tonterías y no de cosas trascendentales. No me gusta hablar de cosas trascendentales. Esas van por dentro.
Apuntaba también que ahora hay cosas que me importan menos y creo que lo que estoy diciendo va en esa línea. Ahora quizá ya no me importan tanto los cumplidos, que la gente se muestre pendiente o todo ese tipo de cosas. Creo que podría llegar a darme igual que se te olvidara mi cumpleaños.
Yo me siento más libre que nunca a pesar de que estar pegada a una rutina y como yo me siento libre y estoy disfrutando más que nunca lo que es eso, así quiero a la gente a la que amo. Libre. Sin ataduras. Sin compromisos. Sin necesidad de nada, sólo lo que salga de dentro y cuando salga.
He aprendido a relativizar y creo que estoy sabiendo usar la perspectiva que da la distancia para ordenar ideas, pensamientos y sentimientos dentro de mí. Pero a veces, como soy humana, esa perspectiva se me cae encima y me aplasta. Hay veces que algunas reflexiones o algunos recuerdos se pasan de la raya…
En cualquier caso, soy feliz.
Hay días que me agobia la rutina, pero me recuerdo para qué va a servir y qué hago aquí. Y sonrío.
Poco a poco voy dejando de echar de menos muchas cosas. Algunas me hacían daño y en su momento yo no lo veía. Otras no eran tan importantes como yo creía antaño.
Pero a Tango y a Trufa lxs echo de menos sin remedio. Me acuerdo de su tacto, de su olor y de sus caritas y me pongo triste. Me encantaría poder abrazarlxs aunque sólo fuera un minuto. Trufa me cargaría de energía con sólo un abrazo…¡y un cabezazo de los de “acaríciame”!
Empiezo a pensar que las cosas que siga echando de menos de aquí a tres meses eran las verdaderamente importantes y todas las demás en el fondo daban igual o no eran vitales. Y todavía echo de menos las berenjenas de Almagro. Ahí lo dejo. Y las tortillas de patata de mi abuela.
Concentro energía positiva y se la mando a mi gente. Estoy segura de que de vez en cuando sentís un cosquilleo…No os preocupéis. Soy yo, que os pienso.

jueves, 20 de febrero de 2014

La distancia pone las cosas en su sitio...Todo se relativiza. Ayuda a ver las cosas con perspectiva, minimiza el dolor y mitiga las penas. Pero a veces también aprieta y hasta ahoga. Es extraño. 
No siento pena por la soledad. Me encanta. No sólo no tengo ningún problema con ella sino que es una aliada. Siempre lo ha sido. Creo que es necesaria. Y entre otras cosas, como he venido aquí para encontrarme conmigo misma, me viene genial. 
Pero de vez en cuando echo muchísimo de menos a mi madre. Puedo extrañar otras cosas, claro. Pero no como a mi madre. 
La compra de su billete me hacía muchísima ilusión. Y ahora ya es un hecho, algo real y consumado. Tengo muchas ilusiones depositadas en ese momento. Es una especie de meta que me motiva y me da aliento. 
Tener en el horizonte el reencuentro con mi madre me da energía, fuerza y ganas. 
Tengo sueños, metas y proyectos y por eso estoy ilusionada. Soy feliz. Pero si a todo eso le sumamos el hecho de que faltan dos meses para volver a ver a mi madre, ya soy feliz como una perdiz (libre, no de las que luego la gente se come).
A ratos sueños despierta. Quiero seguir viajando, volar. Volar en todos los sentidos.
Me siento dueña de mi vida, me siento poderosa. Y a veces estoy tan cansada que me aburro momentáneamente de la rutina. Pero no, no no. Porque es rutina con un fin, con un objetivo.
Me imagino Asia. Y América. Y...alas, alas, alas.
La verdad es que me siento bien. 
De vez en cuando me acuerdo de cuando llegamos. O de los días anteriores. O de los meses anteriores. Y me siento más ahí que aquí. De repente no me cuesta nada evocar los sentimientos de esos momentos. Me refiero a momentos en los que ya sabía que este viaje era seguro, pero no terminaba de creérmelo. A veces me sigue pasando. Y me gusta recordar esos sentimientos. No me gusta vivir sólo en el presente, con los pies demasiado pegados. Creo que es estúpido (poco inteligente, digamos) vivir en el pasado y/o en el futuro cuando eso te hace daño y cuando lo haces porque extrañas cosas de antaño o sólo puedes pensar en lo que vendrá. Pero creo que puede ser interesante ir para adelante o para detrás con la cabecita cuando sabes dónde estás y estás contenta con ello. Es una forma de divertirse, creo. Disfrutar con la evolución, con el cambio. Y entenderlo.  

miércoles, 19 de febrero de 2014

My mother is coming

Pues sí, ya hay fecha.
Mi madre ha comprado el billete y ya sé qué día podré volver a abrazarla.  El 19 de abril sobre las 4 de la tarde neozelandesas tendré de nuevo a la madre que me parió entre mis brazos.
Uaaaaah, yuuuuuhuuuuu, aaaahhhhh, aaaaaggggaaaaaaaaaahhhhhhhh, ¡¡síííííííííííííí!!
No me lo puedo creer...
Yo sabía que mi madre siempre cumple sus palabras y hace ya tiempo (más de un mes) que no me cabía ninguna duda de que vendría. Pero no era consciente de la alegría que sentiría cuando hubiera una fecha segura. Joder...las palabra se quedan cortas. Nunca he sido muy amiga (toma expresión de mi abuela) de los emoticonos (aunque mi vida ha cambiado desde que existen en ella el WhatsApp -benditos bichos- y la carita comecocos del Facebook), pero ahora siento la necesidad imperiosa de pegar aquí caras mega-sonrientes, de esas que abren bocas llenas de dientes.
Quiero decir desde aquí que mi madre es la persona más valiente y entregada que conozco. Sí, sí, sí. Tal cual. No me cabe ninguna duda.
Joder, maama, lo que vales.

Mader, ai cant güeit!

martes, 18 de febrero de 2014

Mi madre

Nadie sabe cómo ni por qué, pero he acabado en Fotolog. Allí tuve una cuenta hace años que había olvidado por completo.
Es divertido encontrar cosas del pasado. Puede no ser un pasado muy lejano, pero es el pasado, claro. Un pasado muy pasado aunque no esté tan lejano en el tiempo. Yo era otra. Y sin embargo, ahí estaba mi madre, como siempre. Mi madre. MI MADRE. Si no es la persona más maravillosa de este mundo, poca gente podrá acercarse a eso. 
En su día, cuando publiqué esta foto en Fotolog, la titulé MULTITUD DE BRAZOS PARA ACTUAR. Mi madre siempre ha sido y será uno de mis más grandes apoyos, la voz que siempre reconforta. Pocas cosas puedo imaginarme sin ella. Y sin embargo ahora está muy lejos. 
A veces me acuerdo tanto de ella, de su tacto, de su olor, de su sonrisa, de la cotidianidad a su lado...que me pongo triste. Pero luego me acuerdo de que ella me quiere libre y de que, estemos donde estemos, siempre nos tendremos la una a la otra. Y ahora está a punto de comprarse el billete para venir a verme. No quepo en mí de felicidad y quería compartirlo. No he podido evitarlo. 
En el momento en que esa fecha exista con total seguridad, cuando sepa qué día podré abrazar a mi madre de nuevo, todo tendrá más sentido.




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Añadido posterior (15 minutes later...)

Como sigo revisando mi Fotolog, me he encontrado con el texto que viene a continuación. Viene a cuento porque no sólo extraño y amo a mi madre. También tengo una hermana y un padre que son espectaculares:

"La expresión igualdad social con el hombre im
plica que, junto con la libertad, pedimos iguales derechos y deberes para el hombre y la mujer; es decir, la nivelación de los derechos de la mujer, tanto políticos como sociales y económicos, con los del hombre; en consecuencia, deseamos la abolición de la ley familiar y matrimonial, y de la ley eclesiástica tanto como civil, indisolublemente ligadas al derecho de herencia.

Al aceptar el programa revolucionario anarquista - único que ofrece, a nuestro entender, condiciones para una emancipación real y completa del pueblo común - y convencidos de que la existencia del Estado en cualquiera de sus formas es incompatible con la libertad del proletariado e impide la unión internacional fraterna de las naciones, expresamos la exigencia de abolición de todos los Estados.

La abolición de los Estados y del derecho jurídico implicará necesariamente la abolición de la propiedad personal hereditaria y de la familia jurídica basada sobre esta propiedad, porque ninguna de estas instituciones es compatible con la justicia humana".

La mujer, el matrimonio y la familia
de Mijail 
Bakunin 

Yo, mira por dónde, cosas de la vida, suerte, destino, azar o magia, he ido a caer en una familia muy simpática...


Eso decía allá por enero de 2009.

miércoles, 12 de febrero de 2014

No sé si sabéis que Blogspot da la opción de saber cuántas personas han visitado cada una de tus entradas. Es curioso. Excita curiosidad, quiero decir. No tengo muy claro quién me sigue siguiendo en la distancia.
Los días pasan y parece que cada día estoy más lejos. Sé que no puedo estar más lejos físicamente (porque no soy astronauta), pero sí puedo estarlo emocionalmente, psicológicamente...¿anímicamente?
Y sin embargo, según parece, y a pesar de que me propuse no seguir dando bombo a estas líneas, seguís ahí. No sois tantas personas como al principio, afortunadamente, pero puedo sentiros aun sin saber con seguridad quiénes sois.
Gracias.

Sigo alucinando con el noticiario neozelandés. Las noticias que aparecen en la televisión son surrealistas.
En España solía cabrearme cuando daban noticias que a mi juicio no lo eran. Para mí, la principal acepción de "noticia" es algo así como "algo que antes era desconocido". Y en España, qué os voy a contar, acostumbran a dar "noticias" como que nieva en invierno o que hace mucho calor en Sevilla en verano (con sus correspondientes personas entrevistadas diciendo cosas como "ozú, qué caló"; supongo que deberían añadir algo así como "no recuerdo algo así desde el verano pasado").
Pero aquí, digo, no me cabreo. Me da la risa.
Acabo de ver en las noticias la historia de dos hermanas gemelas coreanas que no sabían la una de la otra. Los padres (vete tú a saber por qué) no sabían que habían tenido dos hijas y una de ellas ha encontrado a la otra por Internet. Se han hecho la prueba de ADN (por si el jodido parecido físico no era suficiente) y ahora saben que son gemelas. La noticia de por sí es tipo las noticias que me cabreaban en España. Si quiero saber algo así, veo otro tipo de programas. ¡Pero es que encima la coreana que ha encontrado a su hermana vive en Londres! ¿Por qué hablan de ellas en Nueva Zelanda? No tengo ni idea. Igual no me he enterado porque he pillado la noticia a medias. Si os enteráis, hacédmelo saber.
Ayer vi un rato un programa sobre carteristas en Barcelona...
Y sí, abuela, han hablado de la infanta en la televisión. Y también en el periódico.
Como veis, tienen súper presente nuestra patria. A ver cuántas personas que hayan nacido en España saben más de dos ciudades neozelandesas...Pues aquí todo el mundo te dice, rápidamente, Madrid, Barcelona. Granada, Sevilla, Valencia...una gente muy culta, vamos.
No sé bien cómo he pasado del surrealismo de las noticias y de las coreanas gemelas a la cultura geográfica mundial de lxs newzealanders, pero supongo que ha sido por la televisión...
A lo que iba: alucino con la televisión.
Y siguiendo con ésta, querría dejar constancia de la censura. A veces (todavía no sé de qué depende, porque no es siempre, pero tampoco he identificado si es en algunas franjas horarias o en algún tipo de programas en concreto) hay censura. Sí, sí. Como lo leéis. Suena el típico "piiiii" cuando dicen algo obsceno, ya sabéis. Y ponen cosas como **** en los subtítulos (porque vemos la tele con subtítulos, evidentemente; no, no hablamos muchísimo inglés y menos lo entendemos).

También quiero contar que hoy hemos empezado unas clases gratuitas de inglés con profesoras y profesores que están en prácticas. Esta semana sólo era el miércoles, pero quedan doce sesiones más a partir de la semana que viene dos días a la semana. 

No sé muy bien por qué he empezado a escribir aquí. Ha sido algo así como la inercia la que me ha conducido a estos lares.

La verdad es que podría seguir contando cosas (cómo no), pero sería repetirme un poco, así que voy a dejarlo.
Sólo quiero decir que sigo bien, que sigo feliz y que a veces sigo teniendo pereza por el trabajo, sigo deseando que llegue el momento de continuar la aventura y sigo pensando que me estoy alienando, pero que tengo suerte dentro de las posibilidades que se me abrían sabiendo el inglés que sé. Estoy contenta en el restaurante y me gusta el trabajo de la academia.
Si recupero un día libre a la semana, todo mejorará.

Os mando besos con mucha fuerza para que lleguen.

viernes, 7 de febrero de 2014

Fin de las rastas

Me he cortado las rastas.
Sabía desde hacía mucho que este día llegaría pronto y sabía hacía tiempo que sería Nueva Zelanda el lugar que vería caer los pelos enredaos que tanto tiempo me han acompañado, pero esta mañana lo he visto clarísimo. Ayer ya estuve a punto, pero al final me contuve porque casi tenía que irme a trabajar. Cuando me he despertado hoy, lo he visto claro. Se acabó. Cierro ciclo.
Algo se removió ayer dentro de mí. Y las rastas aún me ataban. Me pesaban, literal y metafóricamente.
Ahora estoy decidiendo si me corto también el pelo. Es sabido que nunca me he caracterizado por tener mucho pelo, pero imaginaos el destrozo ahora. Me he tenido que cortar las rastas bastante al ras, de modo que ahora me acompañan unos pequeños kirikis que no valen para nada. Ya veré si termino de cerrar ciclo cortándome el pelo. Eso aún no lo tengo claro.

Este blog recibe la noticia porque esta anécdota es parte de mi viaje también. Creo que cualquier viaje en el espacio ha de ser también un viaje hacia dentro. Pienso que ya es sabido que este viaje que me ha traído hasta Nueva Zelanda (la otra punta del mundo, no me canso de repetirlo) es, más que otra cosa, un viaje interior. Se trata de crecer, de enfrentarme a mí misma, de preguntarme por qué, de aprender de mí y conmigo, de escucharme, quererme y cuidarme, de atreverme a hacer lo que nunca había hecho (porque no había sido capaz o porque no me lo había planteado).
Estoy aquí para aprender inglés, para alejarme de todo lo que quiero y así verlo de otra manera, para saber poner las cosas en su sitio con perspectiva, para querer más y mejor lo que tengo que querer y para desprenderme del pasado, para ser mejor persona, para demostrarme que soy la dueña de mi vida, que llevo las riendas del tiempo que tengo y para comprobar que la gente es gente en cualquier parte del mundo, a pesar de las diferencias fruto de mundos disímiles en un mismo mundo. Estoy aquí para evidenciar que los sueños se hacen realidad, para sonreír, para ser feliz, para esperar con ganas y mucha ilusión la visita de mi madre, para leer, escuchar música y aprender a tocar la guitarra.
Estoy aquí porque yo he querido y eso me hace sentir poderosa.
Y cierro ciclos porque abro otros mucho mejores.
Sí, soy feliz.

jueves, 6 de febrero de 2014

El agua y la luz, el IRD, el hermano de una amiga de mi hermana, más trabajo durante dos semanas, la academia y una guitarra, viento, semáforos y BESOS


A mi casa le faltan cuadros, plantas y libros. Si ésta fuera a ser mi casa forever and ever o por una temporada larga (o si pudiera llevarme de vuelta todas las cosas que comprara, pusiera, inventara y apañara), querría tener estanterías con libros, plantas que animaran y, cómo no, cuadros. Me pondría “Lluvia, vapor y velocidad” de cuadro de cabecera. Encima de la cama.
Sin embargo, a pesar de esas carencias, estoy muy a gusto en mi casa. Es cómoda, bonita y muy cuqui. Me gusta, me gusta. I like it!
Hemos estado a punto de que nos cortaran la luz y eso la habría hecho menos cuqui, pero el problema está resuelto.
El agua la paga la inmobiliaria y son ellxs quienes nos mandan la factura para que después la paguemos nosotrxs, por eso recibimos la factura cada mes (¡qué careros! Comparando precios con mi madre, nos hemos dado cuenta de que aquí pagamos por el agua de una minicasa lo mismo que en mi casa de Cabanillas por un chalet con cinco habitaciones, flipad!). Pero de la luz nos encargamos Miguel y yo, así que esperábamos (oh, gente ilusa) que nos llegara una factura, como se ha hecho toda la vida. Empezó enero y llegó el agua. Pasaban los días y no llegaba la luz. “¿Conclusión?”, pensamos. “Será bimensual”. Así siguió sucediéndose el mes de enero, ese que se caracteriza por un frío de narices en España y ese mes en el que progresivamente aquí el tiempo ha ido mejorando más y más…y no recibíamos nada. Así las cosas, el día 26, pensando que era raro, nos metimos en la página de la compañía y descubrimos que la factura la habían emitido on line el día 1 y que hacía como diez días que nos habíamos pasado el período máximo de pago. Obviamente, la pagamos inmediatamente (otra clavada, pero quizá no del calibre de la del agua) y nos olvidamos. Dos o tres días después, mientras dormíamos apaciblemente, alguien nos metió vehementemente un papel por debajo de la puerta. Tal fue la vehemencia, digo, que Miguel se despertó sobresaltado. Era una orden de pago diciendo que nos iban a cortar la luz y (una vez más), manos al teléfono para solucionar el problema. Aquí se aprende inglés a la fuerza y a las malas, no me jodas. El caso es que nos llamó la atención que en el papel, a pesar de que dejaban claro que iban a cortarnos la luz, nos ponían un teléfono de noséquéministerio para pedir ayuda si no podíamos pagar y nos decían que les avisáramos si nuestra salud o la de alguien que viviera aquí podía correr peligro porque nos cortaran la luz. Igualito que en España, ¿eh?
Nada, nada. Finalmente todo se solucionó y ahora sabemos que la factura se paga a principios de mes.

Divertida ha sido también la historia del IRD. Este numerito, que es algo así como el número de la Seguridad Social, el número necesario para trabajar, me ha traído (y aún me trae) por el camino de la amargura.
De momento (no sé si eso cambiará), yo no tengo contrato en el restaurante, así que no había tenido la necesidad de conseguirlo. Pero el dueño de la academia me lo pidió cuando le mandé la primera factura con el importe de mis clases (tengo que mandarle una cada dos semanas para que me pague por transferencia bancaria las clases que he dado en ese tiempo). Como yo no lo tenía, se lo dije. Y él me preguntó cómo era posible que no lo tuviera si sabe que llevo más de un mes trabajando en otro sitio…Upsss…mal rollo. Aquí (bueno, como en ningún lado, ya lo sé) no mola no tener contrato…así que le dije que estaba gestionándolo. En realidad tenía idea de hacerlo pronto just in case. Y ahora comienza el bucle. Para poder obtener el jodido IRD son necesarios el pasaporte (obvio) y un documento más, a elegir entre varios:

-          Una carta del/la empleador/a ofreciéndote un puesto de trabajo.
-          La licencia de conducir internacional.
-          Un carnet que hay aquí con el que acreditas la mayoría de edad.
-          Una traducción del carnet de conducir de tu lugar de origen llevada a cabo por una persona acreditada por New Zealand.

Vamos por partes:
1º. Al de la academia no podía pedirle la carta porque se suponía que yo ya tenía un empleador anterior. Le pedí la carta a mi jefe del restaurante y primero me dijo que sí (aunque dudó que eso fuera realmente necesario…Tuve que enseñarle los putos papeles del IRD), pero luego me dijo que no, vetetúasaberporqué. Algo así como que a él no le interesaba. Nos ha jodido…Primer punto descartado.
2º. No tengo licencia de conducir internacional. A tomar por culo. Descartado también.
3º. El carnet +18, que cuesta $20, es muy práctico porque sirve como pasaporte. Pero…tarda unas dos semanas. No podía permitirme esperar dos semanas para recibir el jodido carnet y después de 7 a 14 días laborales para recibir el IRD…Descartado también.
4º. Sí. Me tocó pagar $40 para poder tener una traducción de mi carnet y poder gestionar el IRD al instante. Ahora bien, como digo en el punto anterior, tardan unos cuantos días en mandarte el numerito a casa…Así que he quedado con el de la academia en que ya se lo doy con la próxima factura, para la que queda una semana. Espero recibir el número antes…
La burocracia, as you can see, es la misma puta mierda en todas partes. La odio. Me estresa. Me pone de mala hostia.

Más cositas, más cositas…
Mi hermana tiene una amiga llamada Agua que tiene un hermano llamado Pierre que ha venido a Auckland también! Llegó el pasado viernes (hoy es jueves) con la Working Holiday Visa y se quedó en casa el primer día. Muy majete. Una pena que él tenga claro que se marcha al campo, porque apenas vamos a tenerle tiempo por aquí…

Pasado mañana, sábado, empiezan las dos semanas de vacaciones de Ludmila, la argentina manager de El Faro (ya tenéis que saber cómo se llama el restaurante donde trabajo, ¿eh?). Durante el tiempo que va a estar fuera, yo voy a trabajar más porque voy a cubrir algunas de sus mañanas. Normalmente yo sólo trabajo por la mañana los domingos. El resto de días (excepto martes y miércoles, que son mis días libres y son los que dedico a trabajar en la academia) entro a las 17:30. Pero estos días voy a trabajar por las mañanas más días (en principio, viernes y sábados también, pero puede que alguno más; todo depende de Mark, mi jefe, que siempre tiene la intención de trabajar un montón, pero al final se raja…)
En el restaurante, como ya he dicho anteriormente, estoy contenta. Obvio que un trabajo como camarera no es lo que más me motiva en el mundo, pero el ambiente es muy bueno (mis compas son geniales), tengo oportunidad de tratar con kiwis a diario y es cómodo. Me gusta el horario y me siento a gusto, así que no me quejo. Sólo odio secar cubiertos y más aún, copas de vino. Me estresa porque el lavavajillas es una mierda y las deja fatal, así que hay que dejarse la vida con un trapo para que queden bien y no se vean churretes repugnantes. Yo creo que estoy echando brazo.
Con la academia estoy encantada. Ahora mismo tengo tres grupos: dos de beginners (principiantes) y otro de improvers (literalmente, algo así como “que mejoran”, pero la realidad es que no hablan apenas nada…) y me lo paso muy bien. Me gusta porque me sirve para mejorar mi inglés (tengo que hablar en inglés porque no saben nada de español; yo intento hablarles en español, pero ponen una cara…), porque tengo que entenderlxs a ellxs, porque conozco gente de todas partes (tengo alumnado de Vietnam, China, Japón, Alemania, New Zealand, Estados Unidos, Inglaterra…) y porque me encanta enseñar. Tengo vocación de profesora y eso ya lo sufrieron mis primas y primos, mi hermana y alguna vecina en nuestra infancia… ¿verdad? Sabéis de lo que hablo, sí.
Además, como ya os he contado, tengo un alumno particular con el que me divierto mucho también.
No sabéis cómo estoy reflexionando sobre nuestra lengua…ja! Qué friki soy. Estoy aprendiendo español aquí pensando el porqué de las cosas que he de explicarles.

¡Miguel ya tiene guitarra!
Después de mi gran cagada, lo he solucionado.
Aprovechando el fin de semana que se fue con Litos y Becks y que yo me quedé sola en Auckland porque tenía que trabajar (de eso hace ya más de un mes) intenté comprarle una guitarra en plan sorpresa. Pero la cagué. Aposté por una guitarra en una página en la que nos abrimos un perfil al llegar para buscar casa, pero en la que se vende, compra y alquila de todo y resulta que estaba metida en el perfil de Miguel, así que él recibió un email que me jodió la sorpresa. Como ya lo había estropeado, decidimos seguir la búsqueda juntxs, ya que él sabe más de guitarras que yo…y finalmente, como digo, la he encontrado yo. Ha sido una compra genial porque al final nos ha salido barata. Encontré a una argentina que vendía su guitarra porque se va a Australia. Le pregunté a cuánto estaba dispuesta a bajar el precio (ella pagó $250 en una tienda y al poco tiempo se fracturó no sé qué cosa del brazo, así que no había podido utilizarla prácticamente; la guitarra está nueva) y me dijo que no la vendía por menos de $150, así que yo le dije que lo sentía mucho, pero que eso se me iba del presupuesto. Le deseé suerte en la búsqueda y me despedí de ella jodida porque la guitarra era preciosa. Al día siguiente o a los dos días me volvió a escribir diciendo que estaba en Auckland de paso y que tenía muchas cosas que hacer antes de marcharse al aeropuerto esa misma tarde, así que me la vendía por $100. Eso fue ayer. ¡Hemos triunfado!
Como podéis imaginar, Miguel está feliz y yo, más. Me encanta escucharle tocar y ya lo echaba mucho de menos…
Al final, porque hay que buscar el lado positivo de todo, la cagada inicial ha servido para conseguir una guitarra preciosa a un precio estupendo. Si no llego a meter la pata al principio, seguro que habría comprado algo peor por el mismo precio.

Entrando en la tanda de tonterías, quiero dejar constancia de que el viento de esta ciudad me tiene harta. No me gusta el viento y aquí hace viento casi a diario. Igual últimamente menos, porque ha llegado el verano de verdad. Pero el viento es aburrido. Viento, no molas.
Además, estamos viendo nuestra vida pasar en los semáforos, como dijo Miguel el otro día. Ya hice referencia a esto hace tiempo y ahora lo repito: no entiendo cómo pueden durar tanto los semáforos de esta ciudad…Yo creo que los caminos se hacen más largos por lo que duran los semáforos, especialmente algunos.


Como ahora escribo cada mucho, seguro que me estoy dejando cosas reseñables por contar. Si me viene la inspiración, volveré. De momento, creo que ha sido suficiente.