viernes, 28 de febrero de 2014

De dentro

Ahora recuerdo aquellos últimos días en España como algo muy lejano, pero a la vez parece que fue ayer. Ya hace más de tres meses que nos marchamos y por un lado se me han pasado rapidísimo (es increíble a qué velocidad se me pasan las semanas), pero por otro lado tengo la impresión de que estáis lejísimos, no sólo espacialmente, sino también temporalmente.
Me acuerdo de esos días en los que tenía que apurar preparativos (cómo no) y en los que aún no podía creerme que me iba aunque tuviera una maleta a medio hacer y un montón de despedidas a medias, pero empezadas.
Llegamos aquí, empezamos, y ahora resulta que han pasado tres (largos) meses (cortos).
Creo que estos meses me han servido. No son muchos, lo sé. En realidad es muy poco tiempo. Pero…bueno, no sé qué es mucho y qué es poco en realidad. El tiempo no se debería medir en segundos, minutos, meses o años sino en intensidades. Y yo estoy segura de haber crecido, de haber aprendido y de seguir preparada para continuar este camino sin vuelta. Ahora valoro más muchas cosas y a algunas personas. Ahora me importan menos muchas otras cosas.
Ahora me doy más cuenta que nunca de lo valioso que es el sistema sanitario público español, ese que quieren cargarse y por el que debemos/debéis seguir luchando. Ahora soy más consciente de lo duro que es empezar en un sitio y admiro más a todas aquellas personas que dejan sus países de origen, muchas veces sin más opción que esa, para emprender una peligrosa y difícil aventura. Hoy me da más asco que nunca el mundo en el que vivimos, ese mundo que obliga a millones de personas a dejar sus hogares en busca de un futuro mejor o que, directamente, tiene a muchísimas personas sin ese hogar que habrán de buscar lejos del sitio que les vio nacer. En estos momentos de mi vida siento con más fuerza que nunca que todas las personas somos iguales y que son las diferencias culturales las que nos acercan al final. Ahora quiero, más que nunca, conocer. Quiero seguir conociendo el mundo, abriendo mi mente, escuchando, mirando y aprendiendo.
Últimamente me gusta más escuchar y menos hablar. Sé que muchxs os sonreiréis y pensaréis que eso no es posible. Pero yo ya no soy la de antes. Hace mucho que dejé de ser la de antes, pero creo que este punto de inflexión, este viaje (que ha sido más hacia dentro que hacia afuera) me está cambiando sin querer más que todas mis tentativas intencionadas.
Me encanta hablar con Miguel y compartir con él mis reflexiones, mi aventura personal e interior y mis cotianeidades, pero más allá de Miguel y mi santa madre, a la que sigo echando mucho de menos y con la que hablo todo lo que puedo, creo que nadie se imagina bien lo que me baila por dentro. Digo que son Miguel y mi madre quienes pueden intuirlo, pero ahí acaba la lista. Ni siquiera vosotrxs, querida madre y querido Miguel, sabéis en realidad cómo ardo por dentro.
Me siento muy acompañada porque me tengo a mí misma más que nunca, pero también porque cuento con la inestimable compañía del mejor compañero de viajes y de vida del mundo y porque mi madre estará siempre “ahí”, aunque “ahí” sea la otra punta del mundo o del universo. Pero estar “ahí” no tiene por qué ser dar señales cada día o contar cada cosa que pasa. Estar “ahí” significa también saber que puedo contar contigo cuando lo necesite o sentirte sin necesidad de hablar cada X tiempo. Estar "ahí" es que tú me sientas de la misma manera...Por eso digo que he aprendido a valorar más a algunas personas. Hay gente a la que siento “ahí” a pesar de que no hablemos apenas o aunque hablemos de tonterías y no de cosas trascendentales. No me gusta hablar de cosas trascendentales. Esas van por dentro.
Apuntaba también que ahora hay cosas que me importan menos y creo que lo que estoy diciendo va en esa línea. Ahora quizá ya no me importan tanto los cumplidos, que la gente se muestre pendiente o todo ese tipo de cosas. Creo que podría llegar a darme igual que se te olvidara mi cumpleaños.
Yo me siento más libre que nunca a pesar de que estar pegada a una rutina y como yo me siento libre y estoy disfrutando más que nunca lo que es eso, así quiero a la gente a la que amo. Libre. Sin ataduras. Sin compromisos. Sin necesidad de nada, sólo lo que salga de dentro y cuando salga.
He aprendido a relativizar y creo que estoy sabiendo usar la perspectiva que da la distancia para ordenar ideas, pensamientos y sentimientos dentro de mí. Pero a veces, como soy humana, esa perspectiva se me cae encima y me aplasta. Hay veces que algunas reflexiones o algunos recuerdos se pasan de la raya…
En cualquier caso, soy feliz.
Hay días que me agobia la rutina, pero me recuerdo para qué va a servir y qué hago aquí. Y sonrío.
Poco a poco voy dejando de echar de menos muchas cosas. Algunas me hacían daño y en su momento yo no lo veía. Otras no eran tan importantes como yo creía antaño.
Pero a Tango y a Trufa lxs echo de menos sin remedio. Me acuerdo de su tacto, de su olor y de sus caritas y me pongo triste. Me encantaría poder abrazarlxs aunque sólo fuera un minuto. Trufa me cargaría de energía con sólo un abrazo…¡y un cabezazo de los de “acaríciame”!
Empiezo a pensar que las cosas que siga echando de menos de aquí a tres meses eran las verdaderamente importantes y todas las demás en el fondo daban igual o no eran vitales. Y todavía echo de menos las berenjenas de Almagro. Ahí lo dejo. Y las tortillas de patata de mi abuela.
Concentro energía positiva y se la mando a mi gente. Estoy segura de que de vez en cuando sentís un cosquilleo…No os preocupéis. Soy yo, que os pienso.

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