Ahora recuerdo aquellos últimos
días en España como algo muy lejano, pero a la vez parece que fue ayer. Ya hace
más de tres meses que nos marchamos y por un lado se me han pasado rapidísimo
(es increíble a qué velocidad se me pasan las semanas), pero por otro lado
tengo la impresión de que estáis lejísimos, no sólo espacialmente, sino también
temporalmente.
Me acuerdo de esos días en los
que tenía que apurar preparativos (cómo no) y en los que aún no podía creerme
que me iba aunque tuviera una maleta a medio hacer y un montón de despedidas a
medias, pero empezadas.
Llegamos aquí, empezamos, y ahora
resulta que han pasado tres (largos) meses (cortos).
Creo que estos meses me han
servido. No son muchos, lo sé. En realidad es muy poco tiempo. Pero…bueno, no
sé qué es mucho y qué es poco en realidad. El tiempo no se debería medir en
segundos, minutos, meses o años sino en intensidades. Y yo estoy segura de
haber crecido, de haber aprendido y de seguir preparada para continuar este
camino sin vuelta. Ahora valoro más muchas cosas y a algunas personas. Ahora me
importan menos muchas otras cosas.
Ahora me doy más cuenta que nunca
de lo valioso que es el sistema sanitario público español, ese que quieren
cargarse y por el que debemos/debéis seguir luchando. Ahora soy más consciente
de lo duro que es empezar en un sitio y admiro más a todas aquellas personas
que dejan sus países de origen, muchas veces sin más opción que esa, para
emprender una peligrosa y difícil aventura. Hoy me da más asco que nunca el
mundo en el que vivimos, ese mundo que obliga a millones de personas a dejar
sus hogares en busca de un futuro mejor o que, directamente, tiene a muchísimas
personas sin ese hogar que habrán de buscar lejos del sitio que les vio nacer. En
estos momentos de mi vida siento con más fuerza que nunca que todas las
personas somos iguales y que son las diferencias culturales las que nos acercan
al final. Ahora quiero, más que nunca, conocer. Quiero seguir conociendo el
mundo, abriendo mi mente, escuchando, mirando y aprendiendo.
Últimamente me gusta más escuchar
y menos hablar. Sé que muchxs os sonreiréis y pensaréis que eso no es posible. Pero
yo ya no soy la de antes. Hace mucho que dejé de ser la de antes, pero creo que
este punto de inflexión, este viaje (que ha sido más hacia dentro que hacia
afuera) me está cambiando sin querer más que todas mis tentativas intencionadas.
Me encanta hablar con Miguel y
compartir con él mis reflexiones, mi aventura personal e interior y mis
cotianeidades, pero más allá de Miguel y mi santa madre, a la que sigo echando
mucho de menos y con la que hablo todo lo que puedo, creo que nadie se imagina
bien lo que me baila por dentro. Digo que son Miguel y mi madre quienes pueden
intuirlo, pero ahí acaba la lista. Ni siquiera vosotrxs, querida madre y
querido Miguel, sabéis en realidad cómo ardo por dentro.
Me siento muy acompañada porque
me tengo a mí misma más que nunca, pero también porque cuento con la
inestimable compañía del mejor compañero de viajes y de vida del mundo y porque
mi madre estará siempre “ahí”, aunque “ahí” sea la otra punta del mundo o del
universo. Pero estar “ahí” no tiene por qué ser dar señales cada día o contar
cada cosa que pasa. Estar “ahí” significa también saber que puedo contar
contigo cuando lo necesite o sentirte sin necesidad de hablar cada X tiempo. Estar "ahí" es que tú me sientas de la misma manera...Por eso digo que he aprendido a valorar más a algunas
personas. Hay gente a la que siento “ahí” a pesar de que no hablemos apenas o
aunque hablemos de tonterías y no de cosas trascendentales. No me gusta hablar
de cosas trascendentales. Esas van por dentro.
Apuntaba también que ahora hay
cosas que me importan menos y creo que lo que estoy diciendo va en esa línea. Ahora
quizá ya no me importan tanto los cumplidos, que la gente se muestre pendiente
o todo ese tipo de cosas. Creo que podría llegar a darme igual que se te
olvidara mi cumpleaños.
Yo me siento más libre que nunca
a pesar de que estar pegada a una rutina y como yo me siento libre y estoy disfrutando
más que nunca lo que es eso, así quiero a la gente a la que amo. Libre. Sin ataduras.
Sin compromisos. Sin necesidad de nada, sólo lo que salga de dentro y cuando
salga.
He aprendido a relativizar y creo
que estoy sabiendo usar la perspectiva que da la distancia para ordenar ideas,
pensamientos y sentimientos dentro de mí. Pero a veces, como soy humana, esa
perspectiva se me cae encima y me aplasta. Hay veces que algunas reflexiones o
algunos recuerdos se pasan de la raya…
En cualquier caso, soy feliz.
Hay días que me agobia la rutina,
pero me recuerdo para qué va a servir y qué hago aquí. Y sonrío.
Poco a poco voy dejando de echar
de menos muchas cosas. Algunas me hacían daño y en su momento yo no lo veía. Otras
no eran tan importantes como yo creía antaño.
Pero a Tango y a Trufa lxs echo
de menos sin remedio. Me acuerdo de su tacto, de su olor y de sus caritas y me
pongo triste. Me encantaría poder abrazarlxs aunque sólo fuera un minuto. Trufa
me cargaría de energía con sólo un abrazo…¡y un cabezazo de los de “acaríciame”!
Empiezo a pensar que las cosas
que siga echando de menos de aquí a tres meses eran las verdaderamente
importantes y todas las demás en el fondo daban igual o no eran vitales. Y todavía
echo de menos las berenjenas de Almagro. Ahí lo dejo. Y las tortillas de patata
de mi abuela.
Concentro energía positiva y se
la mando a mi gente. Estoy segura de que de vez en cuando sentís un cosquilleo…No
os preocupéis. Soy yo, que os pienso.
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