jueves, 6 de febrero de 2014

El agua y la luz, el IRD, el hermano de una amiga de mi hermana, más trabajo durante dos semanas, la academia y una guitarra, viento, semáforos y BESOS


A mi casa le faltan cuadros, plantas y libros. Si ésta fuera a ser mi casa forever and ever o por una temporada larga (o si pudiera llevarme de vuelta todas las cosas que comprara, pusiera, inventara y apañara), querría tener estanterías con libros, plantas que animaran y, cómo no, cuadros. Me pondría “Lluvia, vapor y velocidad” de cuadro de cabecera. Encima de la cama.
Sin embargo, a pesar de esas carencias, estoy muy a gusto en mi casa. Es cómoda, bonita y muy cuqui. Me gusta, me gusta. I like it!
Hemos estado a punto de que nos cortaran la luz y eso la habría hecho menos cuqui, pero el problema está resuelto.
El agua la paga la inmobiliaria y son ellxs quienes nos mandan la factura para que después la paguemos nosotrxs, por eso recibimos la factura cada mes (¡qué careros! Comparando precios con mi madre, nos hemos dado cuenta de que aquí pagamos por el agua de una minicasa lo mismo que en mi casa de Cabanillas por un chalet con cinco habitaciones, flipad!). Pero de la luz nos encargamos Miguel y yo, así que esperábamos (oh, gente ilusa) que nos llegara una factura, como se ha hecho toda la vida. Empezó enero y llegó el agua. Pasaban los días y no llegaba la luz. “¿Conclusión?”, pensamos. “Será bimensual”. Así siguió sucediéndose el mes de enero, ese que se caracteriza por un frío de narices en España y ese mes en el que progresivamente aquí el tiempo ha ido mejorando más y más…y no recibíamos nada. Así las cosas, el día 26, pensando que era raro, nos metimos en la página de la compañía y descubrimos que la factura la habían emitido on line el día 1 y que hacía como diez días que nos habíamos pasado el período máximo de pago. Obviamente, la pagamos inmediatamente (otra clavada, pero quizá no del calibre de la del agua) y nos olvidamos. Dos o tres días después, mientras dormíamos apaciblemente, alguien nos metió vehementemente un papel por debajo de la puerta. Tal fue la vehemencia, digo, que Miguel se despertó sobresaltado. Era una orden de pago diciendo que nos iban a cortar la luz y (una vez más), manos al teléfono para solucionar el problema. Aquí se aprende inglés a la fuerza y a las malas, no me jodas. El caso es que nos llamó la atención que en el papel, a pesar de que dejaban claro que iban a cortarnos la luz, nos ponían un teléfono de noséquéministerio para pedir ayuda si no podíamos pagar y nos decían que les avisáramos si nuestra salud o la de alguien que viviera aquí podía correr peligro porque nos cortaran la luz. Igualito que en España, ¿eh?
Nada, nada. Finalmente todo se solucionó y ahora sabemos que la factura se paga a principios de mes.

Divertida ha sido también la historia del IRD. Este numerito, que es algo así como el número de la Seguridad Social, el número necesario para trabajar, me ha traído (y aún me trae) por el camino de la amargura.
De momento (no sé si eso cambiará), yo no tengo contrato en el restaurante, así que no había tenido la necesidad de conseguirlo. Pero el dueño de la academia me lo pidió cuando le mandé la primera factura con el importe de mis clases (tengo que mandarle una cada dos semanas para que me pague por transferencia bancaria las clases que he dado en ese tiempo). Como yo no lo tenía, se lo dije. Y él me preguntó cómo era posible que no lo tuviera si sabe que llevo más de un mes trabajando en otro sitio…Upsss…mal rollo. Aquí (bueno, como en ningún lado, ya lo sé) no mola no tener contrato…así que le dije que estaba gestionándolo. En realidad tenía idea de hacerlo pronto just in case. Y ahora comienza el bucle. Para poder obtener el jodido IRD son necesarios el pasaporte (obvio) y un documento más, a elegir entre varios:

-          Una carta del/la empleador/a ofreciéndote un puesto de trabajo.
-          La licencia de conducir internacional.
-          Un carnet que hay aquí con el que acreditas la mayoría de edad.
-          Una traducción del carnet de conducir de tu lugar de origen llevada a cabo por una persona acreditada por New Zealand.

Vamos por partes:
1º. Al de la academia no podía pedirle la carta porque se suponía que yo ya tenía un empleador anterior. Le pedí la carta a mi jefe del restaurante y primero me dijo que sí (aunque dudó que eso fuera realmente necesario…Tuve que enseñarle los putos papeles del IRD), pero luego me dijo que no, vetetúasaberporqué. Algo así como que a él no le interesaba. Nos ha jodido…Primer punto descartado.
2º. No tengo licencia de conducir internacional. A tomar por culo. Descartado también.
3º. El carnet +18, que cuesta $20, es muy práctico porque sirve como pasaporte. Pero…tarda unas dos semanas. No podía permitirme esperar dos semanas para recibir el jodido carnet y después de 7 a 14 días laborales para recibir el IRD…Descartado también.
4º. Sí. Me tocó pagar $40 para poder tener una traducción de mi carnet y poder gestionar el IRD al instante. Ahora bien, como digo en el punto anterior, tardan unos cuantos días en mandarte el numerito a casa…Así que he quedado con el de la academia en que ya se lo doy con la próxima factura, para la que queda una semana. Espero recibir el número antes…
La burocracia, as you can see, es la misma puta mierda en todas partes. La odio. Me estresa. Me pone de mala hostia.

Más cositas, más cositas…
Mi hermana tiene una amiga llamada Agua que tiene un hermano llamado Pierre que ha venido a Auckland también! Llegó el pasado viernes (hoy es jueves) con la Working Holiday Visa y se quedó en casa el primer día. Muy majete. Una pena que él tenga claro que se marcha al campo, porque apenas vamos a tenerle tiempo por aquí…

Pasado mañana, sábado, empiezan las dos semanas de vacaciones de Ludmila, la argentina manager de El Faro (ya tenéis que saber cómo se llama el restaurante donde trabajo, ¿eh?). Durante el tiempo que va a estar fuera, yo voy a trabajar más porque voy a cubrir algunas de sus mañanas. Normalmente yo sólo trabajo por la mañana los domingos. El resto de días (excepto martes y miércoles, que son mis días libres y son los que dedico a trabajar en la academia) entro a las 17:30. Pero estos días voy a trabajar por las mañanas más días (en principio, viernes y sábados también, pero puede que alguno más; todo depende de Mark, mi jefe, que siempre tiene la intención de trabajar un montón, pero al final se raja…)
En el restaurante, como ya he dicho anteriormente, estoy contenta. Obvio que un trabajo como camarera no es lo que más me motiva en el mundo, pero el ambiente es muy bueno (mis compas son geniales), tengo oportunidad de tratar con kiwis a diario y es cómodo. Me gusta el horario y me siento a gusto, así que no me quejo. Sólo odio secar cubiertos y más aún, copas de vino. Me estresa porque el lavavajillas es una mierda y las deja fatal, así que hay que dejarse la vida con un trapo para que queden bien y no se vean churretes repugnantes. Yo creo que estoy echando brazo.
Con la academia estoy encantada. Ahora mismo tengo tres grupos: dos de beginners (principiantes) y otro de improvers (literalmente, algo así como “que mejoran”, pero la realidad es que no hablan apenas nada…) y me lo paso muy bien. Me gusta porque me sirve para mejorar mi inglés (tengo que hablar en inglés porque no saben nada de español; yo intento hablarles en español, pero ponen una cara…), porque tengo que entenderlxs a ellxs, porque conozco gente de todas partes (tengo alumnado de Vietnam, China, Japón, Alemania, New Zealand, Estados Unidos, Inglaterra…) y porque me encanta enseñar. Tengo vocación de profesora y eso ya lo sufrieron mis primas y primos, mi hermana y alguna vecina en nuestra infancia… ¿verdad? Sabéis de lo que hablo, sí.
Además, como ya os he contado, tengo un alumno particular con el que me divierto mucho también.
No sabéis cómo estoy reflexionando sobre nuestra lengua…ja! Qué friki soy. Estoy aprendiendo español aquí pensando el porqué de las cosas que he de explicarles.

¡Miguel ya tiene guitarra!
Después de mi gran cagada, lo he solucionado.
Aprovechando el fin de semana que se fue con Litos y Becks y que yo me quedé sola en Auckland porque tenía que trabajar (de eso hace ya más de un mes) intenté comprarle una guitarra en plan sorpresa. Pero la cagué. Aposté por una guitarra en una página en la que nos abrimos un perfil al llegar para buscar casa, pero en la que se vende, compra y alquila de todo y resulta que estaba metida en el perfil de Miguel, así que él recibió un email que me jodió la sorpresa. Como ya lo había estropeado, decidimos seguir la búsqueda juntxs, ya que él sabe más de guitarras que yo…y finalmente, como digo, la he encontrado yo. Ha sido una compra genial porque al final nos ha salido barata. Encontré a una argentina que vendía su guitarra porque se va a Australia. Le pregunté a cuánto estaba dispuesta a bajar el precio (ella pagó $250 en una tienda y al poco tiempo se fracturó no sé qué cosa del brazo, así que no había podido utilizarla prácticamente; la guitarra está nueva) y me dijo que no la vendía por menos de $150, así que yo le dije que lo sentía mucho, pero que eso se me iba del presupuesto. Le deseé suerte en la búsqueda y me despedí de ella jodida porque la guitarra era preciosa. Al día siguiente o a los dos días me volvió a escribir diciendo que estaba en Auckland de paso y que tenía muchas cosas que hacer antes de marcharse al aeropuerto esa misma tarde, así que me la vendía por $100. Eso fue ayer. ¡Hemos triunfado!
Como podéis imaginar, Miguel está feliz y yo, más. Me encanta escucharle tocar y ya lo echaba mucho de menos…
Al final, porque hay que buscar el lado positivo de todo, la cagada inicial ha servido para conseguir una guitarra preciosa a un precio estupendo. Si no llego a meter la pata al principio, seguro que habría comprado algo peor por el mismo precio.

Entrando en la tanda de tonterías, quiero dejar constancia de que el viento de esta ciudad me tiene harta. No me gusta el viento y aquí hace viento casi a diario. Igual últimamente menos, porque ha llegado el verano de verdad. Pero el viento es aburrido. Viento, no molas.
Además, estamos viendo nuestra vida pasar en los semáforos, como dijo Miguel el otro día. Ya hice referencia a esto hace tiempo y ahora lo repito: no entiendo cómo pueden durar tanto los semáforos de esta ciudad…Yo creo que los caminos se hacen más largos por lo que duran los semáforos, especialmente algunos.


Como ahora escribo cada mucho, seguro que me estoy dejando cosas reseñables por contar. Si me viene la inspiración, volveré. De momento, creo que ha sido suficiente.

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