A mi casa le faltan cuadros,
plantas y libros. Si ésta fuera a ser mi casa forever and ever o por una
temporada larga (o si pudiera llevarme de vuelta todas las cosas que comprara,
pusiera, inventara y apañara), querría tener estanterías con libros, plantas
que animaran y, cómo no, cuadros. Me pondría “Lluvia, vapor y velocidad” de
cuadro de cabecera. Encima de la cama.
Sin embargo, a pesar de esas
carencias, estoy muy a gusto en mi casa. Es cómoda, bonita y muy cuqui. Me gusta,
me gusta. I like it!
Hemos estado a punto de que nos
cortaran la luz y eso la habría hecho menos cuqui, pero el problema está
resuelto.
El agua la paga la inmobiliaria y
son ellxs quienes nos mandan la factura para que después la paguemos nosotrxs,
por eso recibimos la factura cada mes (¡qué careros! Comparando precios con mi
madre, nos hemos dado cuenta de que aquí pagamos por el agua de una minicasa lo
mismo que en mi casa de Cabanillas por un chalet con cinco habitaciones,
flipad!). Pero de la luz nos encargamos Miguel y yo, así que esperábamos (oh,
gente ilusa) que nos llegara una factura, como se ha hecho toda la vida. Empezó
enero y llegó el agua. Pasaban los días y no llegaba la luz. “¿Conclusión?”,
pensamos. “Será bimensual”. Así siguió sucediéndose el mes de enero, ese que se
caracteriza por un frío de narices en España y ese mes en el que
progresivamente aquí el tiempo ha ido mejorando más y más…y no recibíamos nada.
Así las cosas, el día 26, pensando que era raro, nos metimos en la página de la
compañía y descubrimos que la factura la habían emitido on line el día 1 y que
hacía como diez días que nos habíamos pasado el período máximo de pago. Obviamente,
la pagamos inmediatamente (otra clavada, pero quizá no del calibre de la del
agua) y nos olvidamos. Dos o tres días después, mientras dormíamos
apaciblemente, alguien nos metió vehementemente un papel por debajo de la puerta.
Tal fue la vehemencia, digo, que Miguel se despertó sobresaltado. Era una orden
de pago diciendo que nos iban a cortar la luz y (una vez más), manos al
teléfono para solucionar el problema. Aquí se aprende inglés a la fuerza y a
las malas, no me jodas. El caso es que nos llamó la atención que en el papel, a
pesar de que dejaban claro que iban a cortarnos la luz, nos ponían un teléfono
de noséquéministerio para pedir ayuda
si no podíamos pagar y nos decían que les avisáramos si nuestra salud o la de
alguien que viviera aquí podía correr peligro porque nos cortaran la luz. Igualito
que en España, ¿eh?
Nada, nada. Finalmente todo se
solucionó y ahora sabemos que la factura se paga a principios de mes.
Divertida ha sido también la
historia del IRD. Este numerito, que es algo así como el número de la Seguridad
Social, el número necesario para trabajar, me ha traído (y aún me trae) por el
camino de la amargura.
De momento (no sé si eso
cambiará), yo no tengo contrato en el restaurante, así que no había tenido la
necesidad de conseguirlo. Pero el dueño de la academia me lo pidió cuando le
mandé la primera factura con el importe de mis clases (tengo que mandarle una
cada dos semanas para que me pague por transferencia bancaria las clases que he
dado en ese tiempo). Como yo no lo tenía, se lo dije. Y él me preguntó cómo era
posible que no lo tuviera si sabe que llevo más de un mes trabajando en otro
sitio…Upsss…mal rollo. Aquí (bueno,
como en ningún lado, ya lo sé) no mola no tener contrato…así que le dije que
estaba gestionándolo. En realidad tenía idea de hacerlo pronto just in case. Y ahora comienza el bucle.
Para poder obtener el jodido IRD son necesarios el pasaporte (obvio) y un
documento más, a elegir entre varios:
-
Una carta del/la empleador/a ofreciéndote un
puesto de trabajo.
-
La licencia de conducir internacional.
-
Un carnet que hay aquí con el que acreditas la
mayoría de edad.
-
Una traducción del carnet de conducir de tu
lugar de origen llevada a cabo por una persona acreditada por New Zealand.
Vamos por partes:
1º. Al de la academia no podía
pedirle la carta porque se suponía que yo ya tenía un empleador anterior. Le pedí
la carta a mi jefe del restaurante y primero me dijo que sí (aunque dudó que
eso fuera realmente necesario…Tuve que enseñarle los putos papeles del IRD),
pero luego me dijo que no, vetetúasaberporqué.
Algo así como que a él no le interesaba. Nos ha jodido…Primer punto descartado.
2º. No tengo licencia de conducir
internacional. A tomar por culo. Descartado también.
3º. El carnet +18, que cuesta
$20, es muy práctico porque sirve como pasaporte. Pero…tarda unas dos semanas. No
podía permitirme esperar dos semanas para recibir el jodido carnet y después de
7 a 14 días laborales para recibir el IRD…Descartado también.
4º. Sí. Me tocó pagar $40 para poder
tener una traducción de mi carnet y poder gestionar el IRD al instante. Ahora bien,
como digo en el punto anterior, tardan unos cuantos días en mandarte el
numerito a casa…Así que he quedado con el de la academia en que ya se lo doy
con la próxima factura, para la que queda una semana. Espero recibir el número
antes…
La burocracia, as you can see, es la misma puta mierda
en todas partes. La odio. Me estresa.
Me pone de mala hostia.
Más cositas, más cositas…
Mi hermana tiene una amiga
llamada Agua que tiene un hermano llamado Pierre que ha venido a Auckland
también! Llegó el pasado viernes (hoy es jueves) con la Working Holiday Visa y
se quedó en casa el primer día. Muy majete. Una pena que él tenga claro que se
marcha al campo, porque apenas vamos a tenerle tiempo por aquí…
Pasado mañana, sábado, empiezan
las dos semanas de vacaciones de Ludmila, la argentina manager de El Faro (ya tenéis que saber cómo se
llama el restaurante donde trabajo, ¿eh?). Durante el tiempo que va a estar
fuera, yo voy a trabajar más porque voy a cubrir algunas de sus mañanas. Normalmente
yo sólo trabajo por la mañana los domingos. El resto de días (excepto martes y
miércoles, que son mis días libres y son los que dedico a trabajar en la
academia) entro a las 17:30. Pero estos días voy a trabajar por las mañanas más
días (en principio, viernes y sábados también, pero puede que alguno más; todo
depende de Mark, mi jefe, que siempre tiene la intención de trabajar un montón,
pero al final se raja…)
En el restaurante, como ya he
dicho anteriormente, estoy contenta. Obvio que un trabajo como camarera no es
lo que más me motiva en el mundo, pero el ambiente es muy bueno (mis compas son
geniales), tengo oportunidad de tratar con kiwis a diario y es cómodo. Me gusta
el horario y me siento a gusto, así que no me quejo. Sólo odio secar cubiertos
y más aún, copas de vino. Me estresa porque el lavavajillas es una mierda y las
deja fatal, así que hay que dejarse la vida con un trapo para que queden bien y
no se vean churretes repugnantes. Yo creo que estoy echando brazo.
Con la academia estoy encantada. Ahora
mismo tengo tres grupos: dos de beginners
(principiantes) y otro de improvers
(literalmente, algo así como “que mejoran”, pero la realidad es que no hablan
apenas nada…) y me lo paso muy bien. Me gusta porque me sirve para mejorar mi inglés
(tengo que hablar en inglés porque no saben nada de español; yo intento
hablarles en español, pero ponen una cara…), porque tengo que entenderlxs a
ellxs, porque conozco gente de todas partes (tengo alumnado de Vietnam, China,
Japón, Alemania, New Zealand, Estados Unidos, Inglaterra…) y porque me encanta
enseñar. Tengo vocación de profesora y eso ya lo sufrieron mis primas y primos,
mi hermana y alguna vecina en nuestra infancia… ¿verdad? Sabéis de lo que
hablo, sí.
Además, como ya os he contado,
tengo un alumno particular con el que me divierto mucho también.
No sabéis cómo estoy
reflexionando sobre nuestra lengua…ja! Qué friki soy. Estoy aprendiendo español
aquí pensando el porqué de las cosas que he de explicarles.
¡Miguel ya tiene guitarra!
Después de mi gran cagada, lo he
solucionado.
Aprovechando el fin de semana que
se fue con Litos y Becks y que yo me quedé sola en Auckland porque tenía que
trabajar (de eso hace ya más de un mes) intenté comprarle una guitarra en plan
sorpresa. Pero la cagué. Aposté por una guitarra en una página en la que nos
abrimos un perfil al llegar para buscar casa, pero en la que se vende, compra y
alquila de todo y resulta que estaba metida en el perfil de Miguel, así que él
recibió un email que me jodió la sorpresa. Como ya lo había estropeado,
decidimos seguir la búsqueda juntxs, ya que él sabe más de guitarras que yo…y
finalmente, como digo, la he encontrado yo. Ha sido una compra genial porque al
final nos ha salido barata. Encontré a una argentina que vendía su guitarra
porque se va a Australia. Le pregunté a cuánto estaba dispuesta a bajar el
precio (ella pagó $250 en una tienda y al poco tiempo se fracturó no sé qué
cosa del brazo, así que no había podido utilizarla prácticamente; la guitarra
está nueva) y me dijo que no la vendía por menos de $150, así que yo le dije
que lo sentía mucho, pero que eso se me iba del presupuesto. Le deseé suerte en
la búsqueda y me despedí de ella jodida porque la guitarra era preciosa. Al día
siguiente o a los dos días me volvió a escribir diciendo que estaba en Auckland
de paso y que tenía muchas cosas que hacer antes de marcharse al aeropuerto esa
misma tarde, así que me la vendía por $100. Eso fue ayer. ¡Hemos triunfado!
Como podéis imaginar, Miguel está
feliz y yo, más. Me encanta escucharle tocar y ya lo echaba mucho de menos…
Al final, porque hay que buscar
el lado positivo de todo, la cagada inicial ha servido para conseguir una
guitarra preciosa a un precio estupendo. Si no llego a meter la pata al
principio, seguro que habría comprado algo peor por el mismo precio.
Entrando en la tanda de
tonterías, quiero dejar constancia de que el viento de esta ciudad me tiene
harta. No me gusta el viento y aquí hace viento casi a diario. Igual
últimamente menos, porque ha llegado el verano de verdad. Pero el viento es
aburrido. Viento, no molas.
Además, estamos viendo nuestra
vida pasar en los semáforos, como dijo Miguel el otro día. Ya hice referencia a
esto hace tiempo y ahora lo repito: no entiendo cómo pueden durar tanto los
semáforos de esta ciudad…Yo creo que los caminos se hacen más largos por lo que
duran los semáforos, especialmente algunos.
Como ahora escribo cada mucho,
seguro que me estoy dejando cosas reseñables por contar. Si me viene la
inspiración, volveré. De momento, creo que ha sido suficiente.
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