El domingo hice una prueba en un
restaurante español y hoy me han dicho que si puedo volver a trabajar el
próximo domingo. Le he preguntado al jefe si eso significaba que me contrataba
y he querido saber más acerca del horario y el sueldo y me ha dicho que las
horas dependen de cómo lo haga en la prueba de este domingo (yo entendía que la
prueba había sido el domingo pasado, pero parece que este domingo vuelve a
serlo). Sin embargo, me ha dicho que él cree que serán unas veinte horas
semanales para empezar y que me pagará $13 la hora. Es justo lo que quería. No me
apetecía meterme directamente 40 horas semanales en un restaurante. Too much para mí.
La prueba del domingo pasado fue
menos horrible de lo que yo esperaba. Cuando llegué y mi compañera (una
italiana muy salada) me explicó todo, flipé. ¡Tenía que atender a la gente en
las mesas! Pero al final resultó bastante sencillo porque la carta no es
demasiado amplia y la gente señala con el dedico lo que quiere. Metí la pata un
par de veces (la más divertida fue cuando tuve que volver tres veces a la misma
mesa porque no entendía lo que me pedía la mujer -al final era un vaso de papel
para llevarse el vino porque ya había terminado de cenar, pero le quedaba media
copa-), pero salí más o menos airosa.
El jefe es un neozelandés de unos
treinta y pocos años bastante simpático, pero con acento complicado. La otra
camarera es una italiana que ha estado un año en Australia y ahora se propone
trabajar un año más en Nueva Zelanda. Habla bien inglés, pero con un acento
mucho más asequible, así que estoy feliz. Es perfecto. Tengo que entenderme con
ella en inglés, de modo que me veo forzada a hablar, pero como no es de aquí
(ni inglesa, ni irlandesa, ni escocesa, ni yanqui…you know), no me siento tan juzgada, por lo que me da menos vergüenza
hablar, y encima la entiendo mucho mejor que a mis queridxs guiris.
El cocinero es un colombiano muy
majo que me viene fenomenal. Es a él a quien tengo que darle las comandas, así
que si dudo en algo o quiero hacer alguna aclaración a la hora de dejarlas o
recogerlas, puedo preguntarle en español y todo queda más claro.
A pesar de que este trabajo puede
estar bien porque me obliga a relacionarme con lxs kiwis (que, por cierto, son
muy amables), estoy contenta porque mañana tengo dos citas en dos agencias
diferentes para trabajar de au-pair. Creo
que lo perfecto sería poder compaginar ambos trabajos: el de camarera y el de au-pair.
También es importante decir que
ya tenemos número neozelandés (¡por fin!) y carnet de la biblioteca, que
estamos intentando conseguir El Hobbit
para verla en inglés, hacer oído e ir al cine a ver la segunda y que los
plátanos están riquísimos. Chute de potasio. En cuanto a Evo, sin novedad. Todo
sigue igual. La tarjeta funciona cuando quiere y yo ya ni me deprimo ni me
enfado. Tengo pendiente dedicarles otra entrada contestando a la carta que nos
ha mandado, pero no quiero hablar de eso ahora porque estoy de muy buen humor.
Miguel se va a tirar la basura al
cuarto oscuro mientras yo termino esta entrada y esto me sirve para contaros
más cosas sobre la vida en esta ciudad y en este país. La basura no se tira en
la calle, sino en un cuarto que está en el sótano y que huele aputamierda, con moscas y todo. Parece ser
que alguien (el manager, supongo, porque aquí a todo lo llaman “manager”; no
hay portero, hay manager) saca los cubos en algún momento. Mucho me temo que no
es a diario. Las moscas están contentísimas.
Aquí todo se paga semanalmente
(salarios, alquileres…) y siempre por adelantado. Extraño. Estamos a punto de
contratar Internet (terrible pesadilla también ésta; me quejaba de la
inutilidad española, pero…¡joder con Nueva Zelanda!) y eso sí que se paga
mensualmente, pero también por adelantado. Son una panda de listos.
En el fregadero de casa tenemos
un triturador de comida y no sé cómo he podido vivir sin contaros esto antes. Intentamos
no abusar de él porque no queremos gastar mucha electricidad (no somos ratas,
es que la luz y el agua -power and water-
no están incluidas en el alquiler), pero de vez en cuando nos damos el gusto. A
mí me encantaría destruir documentos con él, pero de momento no tengo ninguno
digno de ser triturado.
De repente me da pereza seguir. Os
contaría que el otro día nos encontramos con una fiesta regional en la que
bailaban al son de una música medio celta, medio country y podría hasta subir
fotos y vídeos, pero no me apetece. Ya lo dejo para otro rato.
Ahora me voy a seguir comiendo
plátanos.
hola myriam guapa¡¡¡¡ me alegro de que las cosas poco a poco se vayan arreglando y eso si.... que poco a poco os vayais adapatando.
ResponderEliminar+de aquí a un tiempito la vida allí será comer y cantar.... un besazo desde tus antípodasqueridas¡¡¡¡¡¡