miércoles, 18 de diciembre de 2013

Cosas de la vida cotidiana

Creo que es importante decir que parece que tengo trabajo.
El domingo hice una prueba en un restaurante español y hoy me han dicho que si puedo volver a trabajar el próximo domingo. Le he preguntado al jefe si eso significaba que me contrataba y he querido saber más acerca del horario y el sueldo y me ha dicho que las horas dependen de cómo lo haga en la prueba de este domingo (yo entendía que la prueba había sido el domingo pasado, pero parece que este domingo vuelve a serlo). Sin embargo, me ha dicho que él cree que serán unas veinte horas semanales para empezar y que me pagará $13 la hora. Es justo lo que quería. No me apetecía meterme directamente 40 horas semanales en un restaurante. Too much para mí.
La prueba del domingo pasado fue menos horrible de lo que yo esperaba. Cuando llegué y mi compañera (una italiana muy salada) me explicó todo, flipé. ¡Tenía que atender a la gente en las mesas! Pero al final resultó bastante sencillo porque la carta no es demasiado amplia y la gente señala con el dedico lo que quiere. Metí la pata un par de veces (la más divertida fue cuando tuve que volver tres veces a la misma mesa porque no entendía lo que me pedía la mujer -al final era un vaso de papel para llevarse el vino porque ya había terminado de cenar, pero le quedaba media copa-), pero salí más o menos airosa.
El jefe es un neozelandés de unos treinta y pocos años bastante simpático, pero con acento complicado. La otra camarera es una italiana que ha estado un año en Australia y ahora se propone trabajar un año más en Nueva Zelanda. Habla bien inglés, pero con un acento mucho más asequible, así que estoy feliz. Es perfecto. Tengo que entenderme con ella en inglés, de modo que me veo forzada a hablar, pero como no es de aquí (ni inglesa, ni irlandesa, ni escocesa, ni yanqui…you know), no me siento tan juzgada, por lo que me da menos vergüenza hablar, y encima la entiendo mucho mejor que a mis queridxs guiris.
El cocinero es un colombiano muy majo que me viene fenomenal. Es a él a quien tengo que darle las comandas, así que si dudo en algo o quiero hacer alguna aclaración a la hora de dejarlas o recogerlas, puedo preguntarle en español y todo queda más claro.
A pesar de que este trabajo puede estar bien porque me obliga a relacionarme con lxs kiwis (que, por cierto, son muy amables), estoy contenta porque mañana tengo dos citas en dos agencias diferentes para trabajar de au-pair. Creo que lo perfecto sería poder compaginar ambos trabajos: el de camarera y el de au-pair.

También es importante decir que ya tenemos número neozelandés (¡por fin!) y carnet de la biblioteca, que estamos intentando conseguir El Hobbit para verla en inglés, hacer oído e ir al cine a ver la segunda y que los plátanos están riquísimos. Chute de potasio. En cuanto a Evo, sin novedad. Todo sigue igual. La tarjeta funciona cuando quiere y yo ya ni me deprimo ni me enfado. Tengo pendiente dedicarles otra entrada contestando a la carta que nos ha mandado, pero no quiero hablar de eso ahora porque estoy de muy buen humor.
Miguel se va a tirar la basura al cuarto oscuro mientras yo termino esta entrada y esto me sirve para contaros más cosas sobre la vida en esta ciudad y en este país. La basura no se tira en la calle, sino en un cuarto que está en el sótano y que huele aputamierda, con moscas y todo. Parece ser que alguien (el manager, supongo, porque aquí a todo lo llaman “manager”; no hay portero, hay manager) saca los cubos en algún momento. Mucho me temo que no es a diario. Las moscas están contentísimas.
Aquí todo se paga semanalmente (salarios, alquileres…) y siempre por adelantado. Extraño. Estamos a punto de contratar Internet (terrible pesadilla también ésta; me quejaba de la inutilidad española, pero…¡joder con Nueva Zelanda!) y eso sí que se paga mensualmente, pero también por adelantado. Son una panda de listos.
En el fregadero de casa tenemos un triturador de comida y no sé cómo he podido vivir sin contaros esto antes. Intentamos no abusar de él porque no queremos gastar mucha electricidad (no somos ratas, es que la luz y el agua -power and water- no están incluidas en el alquiler), pero de vez en cuando nos damos el gusto. A mí me encantaría destruir documentos con él, pero de momento no tengo ninguno digno de ser triturado.

De repente me da pereza seguir. Os contaría que el otro día nos encontramos con una fiesta regional en la que bailaban al son de una música medio celta, medio country y podría hasta subir fotos y vídeos, pero no me apetece. Ya lo dejo para otro rato.

Ahora me voy a seguir comiendo plátanos.

1 comentario:

  1. hola myriam guapa¡¡¡¡ me alegro de que las cosas poco a poco se vayan arreglando y eso si.... que poco a poco os vayais adapatando.
    +de aquí a un tiempito la vida allí será comer y cantar.... un besazo desde tus antípodasqueridas¡¡¡¡¡¡

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