sábado, 14 de diciembre de 2013

Más

Hi everybody!

La verdad es que esto del blog me está resultando muy divertido. Miguel vive con presión desde que sabe que todo lo que diga o haga será relatado aquí, pero yo estoy muy contenta sabiendo que me leéis y que os interesáis por cómo estamos. Para ser sincera, no esperaba una acogida tan buena. Me está sorprendiendo gratamente la cantidad de comentarios que recibo y os los agradezco de corazón. Me alegra saber que estáis ahí a pesar de que nos separen 20.000 km.

Hoy he de empezar diciendo que creo que he perdido la noción del tiempo y el espacio. Ya no sé si es de noche o de día. Sólo como. “Como” del verbo “comer”. Tenemos la sensación de estar todo el día comiendo. Igual no es verdad, no sé. Pero creo que algo de cierto ha de tener…
Los días se suceden vertiginosamente y nosotrxs comemos para sobrellevarlos.
Ahora en serio…no sé cómo puede el tiempo pasar tan deprisa. La impresión que tenemos es la de que nos levantamos, desayunamos, hacemos cosas, comemos, hacemos alguna cosa más (anda, andar, andar mucho y siempre), cenamos. Dormimos. Nos levantamos, desayunamos, hacemos cosas, comemos, hacemos alguna cosa más (anda, andar, andar mucho y siempre), cenamos. Dormimos. Nos levantamos, desayunamos, hacemos cosas, comemos, hacemos alguna cosa más (anda, andar, andar mucho y siempre), cenamos. Dormimos. Nos levantamos, desayunamos, hacemos cosas, comemos, hacemos alguna cosa más (anda, andar, andar mucho y siempre), cenamos. Dormimos…y así sucesivamente.
Yo creo que el hecho de estar a doce horas de diferencia horaria de nuestros seres queridos influye mucho para estar perdiendo la noción del tiempo. ¿Por qué? Porque parezco bipolar diciéndole “buenos días” a mi santa madre a las 11 de la noche para mí. Es como si los días fueran la mitad de cortos. Mi madre me dice “buenos días” y a las doce horas se lo estoy diciendo yo a ella. ¡Una locura!

El caso es que lo que importa es que estamos felices.

Creo que vamos a recibir hoy las tarjetas del móvil (Dios, para ya), pero si no, será el lunes como tardísimo. Vamos, que ya estamos buscando trabajo a toda máquina.
Creo que debería haber empezado esta entrada por lo más importante: ayer fui al restaurante español del que ya os he hablado y me han pedido que vaya mañana, domingo, para hacer una prueba a la hora de las cenas. Me han citado a las cinco de la tarde. No voy a decir más a este respecto.
La oferta tiene buena pinta. Es un restaurante muy pequeñito. El dueño es muy simpático y parece que tiene intención de contratarme. Estuve allí escasos quince minutos y me contó un montón de cosas. Me dijo que mi inglés es muy bueno (¡ja!) y yo aproveché para decirle que no lo creo, pero que estoy segura de que en uno o dos meses viviendo aquí…soy capaz de rajar casi como en español! No, no. Eso tampoco. No me voy a pasar. ¡Qué flipada!

Quiero que sepáis que ahora muchas veces pienso (y digo) cosas como “esto lo voy a contar en el blog”, “al blog que va” o “esto no puedo dejar de relatarlo”. Y de pronto ahora, con la pantalla delante, no sé qué cosas quería contaros.
Yo soy así. Improviso. Detrás de estas líneas que ahora leéis no hay un guión, un esquema, un boceto o un texto previo. Escribo como si escupiera (pero desde el cariño, ¿eh? Entended el símil…Bueno, igual es que es un símil un poco malo). ¿Escribo como si hablara? Igual eso suena mejor, menos ofensivo.
Me gusta sentarme delante del ordenador y dejarme llevar. Ir saltando de tema en tema, contando cositas de por aquí, de por allí…y terminar la entrada contenta con el resultado, pero sabiendo que me dejo cosas por el camino. Las puedo reutilizar después, claro.

Antes de ayer estuvimos en Grey Linn, otra zona de la ciudad muy cuqui. Es un barrio residencial muy tranquilo con unas casas preciosas y un parque enoooorme y muy verde. Paseamos, bebimos agua (sí, agua, que a ver si porque una haga una coña con las cervezas vais a pensar ahora que no hacemos más que beber cervezas) y charlamos amistosamente. Tuvimos una conversación muy interesante sobre arte y Miguel me planteó una serie de ideas muy inteligentes que me hicieron reflexionar, pero como éste no es un blog pedante, no compartiré mis reflexiones. Sólo quiero que sepáis que estoy muy contenta al lado de Miguel y que me encanta hablar con él. Ala, toma cursilería.
Sobre el agua que bebimos querría decir que nos costó un poco cara y que como la botella era de litro y medio y no teníamos tanta sed (a pesar de que yo pensé que iba a morir de deshidratación, luego no era para tanto), tuvimos que cargar toda la tarde con la botella. Lo bueno es que ahora es nuestra botella de la nevera.
¿Cómo me puede gustar tanto contar estupideces?

Ayer tuve una “conversación” por WhatsApp (sí, tengo WhatsApp, igual había alguien que todavía no lo sabía…) con mi queridísima amiga Laura, a la que echo de menos y de la que me acuerdo constantemente (Laura, ya he visto dos karaokes en la ciudad; cuando pasamos por delante, Miguel y yo pensamos que nos gustaría que estuvieras aquí para que nos deleitaras con tus dotes musicales y tu jolgorio). Hago alusión a la conversación de WhatsApp porque me hizo mucha ilusión, la sentí más cerca y me puse contenta.
Otra conversación digna de ser mentada fue la que tuve con mi abuela, en esta ocasión por teléfono. Con mi madre hablo mucho por Skype y algún día aparece mi abuela por ahí, pero como la mujer no se entera bien con estas tecnologías que también a mí me abruman, decidí llamarla por teléfono, como se ha hecho toda la vida. Se puso muy contenta y a mí me emocionó un poco que ella se emocionara. Joder, qué ñoña estoy (igual lo soy, vayaustéasaber).
Hablando de cosas ñoñas, quiero hacer público que el otro día estuvimos viendo vídeos antiguos de la familia de Miguel y me gustaría manifestar el profundo amor que me despertaron Inés de pequeña (Inés, eras muy graciosa y divertida) y Miguel. No es amor, es que era unacosarica. Mati, sigues igual. Digas lo que digas (ya lo dije cuando me enseñasteis aquellas fotos de Mallorca), no has cambiado nada. Te veo igual (de bien, claro).
Toño y Miguel de pequeños se parecían un montón. ¡Qué gracia!
Yo sé que os estaréis preguntado por qué hablo de estas cosas en un blog de viaje y yo os contestaré sin saber si de verdad os lo habéis preguntado que hablo de esto porque es mi blog y hablo de lo que quiero y porque os estoy relatando la cotidianidad de mi día a día y en él entran estos vídeos u otros más modernos, pero no por ello menos entrañables, como varios de Luisete hace unos años. Ayayay…¡qué cosa más tierna! Con vídeos como ese, si me despisto, hasta me entra el instinto maternal…
¡Que no! ¡Que esto lo he hecho para despertar yo vuestra atención! Como sé que esto estaba dando bajón (me estaba empezando a poner pesada), he querido darle un giro a la trama para que de pronto os asustarais y dierais un respingo en vuestros sillones, sillas, autobuses, camas o donde quiera que estéis leyendo(me).

Cambiando completamente de tema, puedo comunicar con mucho gusto que lleva tres días haciendo bueno. I can´t believe it! But it´s true! Brilla el sol, los pajaritos cantan, las nubes se levantan y nosotrxs sonreímos mientras nuestras pieles se doran bajo el sol oceánico (de Oceanía, no de océano). Por cierto, no veáis cómo pica el sol aquí (¿por qué de pronto todas las frases me recuerdan canciones y me dan ganas de cantar?). Las guiris y los guiris se queman a la que te despistas y yo, que soy española, pero muy blanca, lo mismo me quemo también. Mati nos dijo que nos compráramos crema protectora (yo creo que ahí había un “no seáis cutres, ¿eh? No os vayáis a quemar por ahorraros dos duros -ay, Mati, cómo me conoces ya…-) y yo le digo, para su tranquilidad, que la compraremos en cuanto vayamos a estar al sol un rato. Ahora, de momento, no ha habido necesidad. Pasamos gran parte del día en casa (buscando trabajo, pretendiendo apañar el currículum, pensando en nuestro trabajo ideal o soñando con que nos toca la lotería), así que no hay tiempo de quemarse.
Ahora mismo estamos en manga corta (y yo en pantalón corto también) en nuestra terraza-patio. No es por dar envidia. Sólo narro unos hechos, cuento la realidad.

Lo de que la casa estuviera en la primera planta pudo parecer un planazo en un primer momento. Sin embargo, ahora ya no estamos tan convencidxs de ello porque eso significa que tenemos la piscina justo enfrente, con el consecuente griterío que ello supone. Bueno, no pasa nada. Hablan en inglés y así también aprendemos. Esto es aprovechar cada oportunidad que la vida nos brinda y positivismo y lo demás son tonterías, ¿no? Igual en pleno mes de enero (¡toma verano!), cuando esto esté a rebosar y yo quiera echarme la siesta, ya no lo veo con tanto positivismo, pero como bien diría el bueno de mi novio, eso es un problema de la Míriam y el Miguel del futuro, así que no adelantemos acontecimientos. Ahora, de momento, estamos muy felices con la piscina delante de las narices.

Tenemos dos o tres mascotas que en realidad deben ser cien o doscientas. Me refiero a mis amigas las palomas. Siempre tenemos dos o tres de ellas en el patio de casa. Miguel cree que les doy pan a sus espaldas, pero yo os juro que sólo lo hice una vez. Igual me han cogido cariño, pero yo no tengo la culpa. La verdad es que son un poco desvergonzadas. Han llegado a un nivel de confianza elevado: ¡una se metió en casa! Yo las veo muy seguras de sí mismas. No dudan. No hay temor en sus miradas. Son unas frescas, vamos. Y de verdad que no les doy pan...No querría acabar como la loca de las palomas...

Termino esta entrada contando que, antes de darla por zanjada, he preguntado a Miguel si había algún hecho reseñable que no pudiera dejar de contar, pero hemos decidido que no. Os digo esto para que sepáis que tengo un colaborador importante a la hora de llevar a cabo la redacción de este blog (me recuerda anécdotas que he de contaros) y un muy buen compañero de viaje. Mira qué final más bonito.
Un MUY buen compañero de vida.
Ahí lo dejo.
Sed felices.
Yo sigo cabeza abajo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario