miércoles, 4 de diciembre de 2013

Primeras impresiones


Esta ciudad me desconcierta. Sus olores, su gente y su arquitectura me resultan entrañables, pero de pronto parecen extrañas o, simplemente, no las entiendo.  Ay, el tiempo…(the weather, the weather). De ese hablamos al final para que no os asustéis.
La mayor parte del tiempo el olor es neutro (olor a ciudad del primer mundo, supongo, que seguro que en realidad no es un olor neutro, pero a mí me lo parece, con mi nariz primermundista atrofiada). Sin embargo, muchas veces huele a algo que todavía no he identificado, pero que no me gusta nada. Es un olor que me recuerda a Londres y creo que es a algún tipo de carne, pero no sé cuál es. Y no sabría bien cómo explicarlo…Simplemente, no me gusta. It smells bad.
Afortunadamente, entre esa mezcla de olor neutro y olor a churrasquillo inglés, de vez en cuando huele a flores. Y muy bien, ¿eh? ¡Muy bien!
En el aeropuerto leí algo así como que el ochenta y tantos por ciento de la flora y la fauna de este país son autóctonos. La ciudad está llena de unos árboles impresionantes. Impresionantemente grandes y bonitos.
La gente de esta ciudad es curiosa. Para empezar, me ha sorprendido la cantidad de asiáticas y asiáticos que hay. Y diréis: “Míriam, es normal, estás al lado de Asia”, pero como las leyes de inmigración aquí son tan duras, no esperaba ver tanta gente de fuera. Es muy probable que algunas de las personas que parecen de fuera sean ya de aquí, nacidas aquí. Seguro que pasa como en Inglaterra. Afortunadamente, la mezcla va haciéndose poderosa. En cualquier caso, repito, me ha llamado la atención que más de la mitad de la población sea o parezca extranjera. Chinas, vietnamitas, coreanos, pakistaníes, indias, japoneses, tailandesas…
Y mucha gente rara. ¿Qué es ser raro? Uy, pues no sé. Pero a mí me parece que vemos mucha gente peculiar. Puedo llamarla peculiar si lo preferís. Igual es que soy más paleta de lo que creía. O igual es que por aquí hay mucho colgado. Claro, serán “colgados a la neozelandesa” y yo estaba acostumbrada a los “colgados a la española”. Gente original. Ya he visto a unas cinco o seis personas descalzas por la calle, por ejemplo. Y por aquí no apetece ir descalza, las cosas como son…Al menos a mí, no.
La gente es amable. Te ayudan cuando lo necesitas. Pero depende de quién hable…pueden dar ganas de llorar. A algunos neozelandeses no les entiendo nada. Sin embargo, a otros los entiendo bastante bien. Aún no he conseguido identificar de qué depende, pero me temo que tiene mucho que ver con la velocidad de su speech. En cualquier caso, estoy curtiéndome a base de necesidad. Hablar con la gente de las casas y con gente de inmobiliarias intentando que no se nos pase por alto ningún detalle sobre la fianza, las semanas por adelantado o las condiciones en general hace que nos salgan una especie de súper antenas en los oídos que acaban dando dolor de cabeza. Cuando termina el día estamos agotadxs física y psicológicamente.
Antes de seguir contando cómo estamos o qué hacemos, quiero terminar con el desconcierto que me produce esta ciudad. He hablado ya de sus olores y de sus gentes y debo referirme ahora a su arquitectura. ¡Qué cosa más rara! No se parece a nada que hubiera visto antes. Eso lo tengo claro. El centro tiene edificios enormes, con muchísimas plantas y muy modernos. Cristal, aluminio y acero. Cosas tecnológicas. Pero de pronto, al lado de un súper edificio que parece sacado del futuro, ves una casita baja de ladrillo visto tipo inglés. El contraste es peculiar. Y pasa cada dos por tres. Hay casas muy nuevas y súper modernas junto a casitas de ladrillo visto generalmente muy bonitas que no parecen demasiado antiguas, pero que no pegan junto a esas modernidades. Mezcla extraña.
La ciudad es muy nueva. Todo está lleno de edificios modernísimos y nuevísimos. Hemos visto unas cuantas casas en edificios que casi, casi huelen a nuevo (pero igual de pronto viene el olor a churrasquillo, ten cuidao).
Apenas hemos visto las afueras de la ciudad, pero el barrio del primer hostel (Ponsonby), que no está muy lejos del centro, es muy diferente a éste. La primera noche era muy tarde cuando llegamos y apenas vimos nada. Cuando salimos a la calle a la mañana siguiente, la sensación fue que estábamos en Estados Unidos. Es probable que esté diciendo una paletada, porque no conozco el país del dólar, pero supongo que todo el mundo tiene una imagen de éste basada en las películas y en una especie de imaginario colectivo que nos hace suponer cómo deben ser las típicas ciudades. Pues bien, la sensación que tuvimos fue que estábamos en California o en Las Vegas o en algún sitio de playa y casas bajas con jardines sin valla. No sé si me explico. Agradable y entrañable. Hacía sol y nosotrxs veníamos del incipiente invierno madrileño. El sol picaba con gusto.
Como veis, una mezcla de arquitecturas divertida y entretenida.
Decía que dejaba el tiempo para el final. The weather is crazy. Ya habíamos leído al respecto, pero en la semana que llevamos hemos podido comprobar que todo lo aprendido es cierto. Nunca sabe una a qué atenerse. Un día hace muy bueno; al día siguiente está nublado todo el día. Hasta ahí más o menos normal. Lo desconcertante es la capacidad que tiene para cambiar en cuestión de minutos. Brilla el sol y parece que ese día espectacular no podría estropearse jamás y cinco minutos después estás corriendo calle abajo empapándote porque de pronto diluvia. Extraño. Nos hemos preparado para que pueda llover en cualquier momento y en contra de todo pronóstico. Antes de llegar, había visto que aquí llueve como cuatro veces más que en Madrid. Pero no es que llueva mucho todo el día, sino que llueve de repente y luego para. Llevamos poco aquí y no hemos podido experimentarlo demasiado aún, pero nos lo han contado y lo hemos leído, así que ya os iré contando si la cosa sigue como parece.
En cualquier caso, la temperatura es agradable. Nos movemos entre los tirantes y la manga corta hasta la chaquetilla o chaqueta, sudadera como máximo. Se está bien. Y tiene pinta de que esto va a ir mejorando mucho. Sí, sí, sí.
Bien, ya podemos dar por concluido el tema del desconcierto: olores, gente, arquitectura y tiempo atmosférico son temas que quedan zanjados.
Quiero contaros ahora que estoy asustada con los precios. Una cosa loca. Ir al supermercado es como entrar en la casa de los horrores, una pesadilla hecha edificio. Es todo jodidamente caro. Un par de kilos de patatas valen, al cambio, algo así como cinco o seis euros. Una bolsa de lechuga, más de dos euros. Y como pretendas comprar verdura, no baja de los tres o cuatro euros. Un saco de mandarinas vale unos seis euros. Y un paquete de yogures anda por ahí también. El paquete más barato de pasta (y hay mucha diferencia de precio con el siguiente) vale un euro. Del precio del alcohol ni hablo para que no lloréis conmigo. Afortunadamente, el aceite de oliva no es tan caro como podría esperarse. Es caro, pero no una auténtica locura como sí lo son otros productos básicos. Sin embargo, he de decir que estoy feliz porque hay algo que sí que es más barato que en España: todas las cosas tipo “carnes” vegetales, “salchichas”, “filetes”…Por ejemplo, he visto unas cajas de una cosa que en España compraba exacta a unos 14 o 15 euros por unos 7 euros. Aún no he comprado nada de eso porque todavía no tenemos casa y no podemos cocinar a gusto, pero creo que voy a comer mucho de todas esas cosas que en España no suelo consumir por sus precios. Además, he de decir que las venden todas en los supermercados. No hay que ir a herbolarios o tiendas especiales, sino que puedes comer vegetarianamente comprando en el lugar donde compra todo el mundo. Aquí no somos cosas raras. Hay alternativa vegetariana en muchos sitios, no como en España.

El tema de la casa está siendo más complicado. Todo es carísimo y no paramos de ver mierdas cutres compartidas con gente que no nos apetece mucho. Las casas, como los sueldos, se pagan por semanas. Una habitación más o menos decente en una zona no muy alejada vale unos 300 dólares neozelandeses, que al cambio son unos 180 o 190 euros. Y hablo por semana, insisto. Hemos visto un estudio para vivir en soledad que nos ha flipado, pero que se nos va un poco de presupuesto: 340 dólares a la semana más gastos (power and water). Hemos calculado que a la semana serían unos 380 dólares, quizá 80 dólares (50 euros) más de lo que nos gastaríamos viviendo en otro sitio. Pero no sabéis qué estudio…¡Lo queremos!
Aquí el sueldo mínimo anda entre 440 y 550 dólares semanales. Si los dos cobramos el mínimo, mínimo, ingresaríamos 880 a la semana, o sea que nos seguirían quedando 500 dólares limpios para hacer la compra y ahorrar. Creemos que vamos a decidirnos por ella, porque sólo supone que cada uno se gaste 40 dólares (25 euros) más a la semana.
Tiene una pega más para arrancar y es que nos piden mucha pasta por adelantado (fianza…)
El caso es que el sitio es una pasada. Además de ser precioso y estar nuevísimo, está muy bien ubicado y tiene piscina y una terraza genial. Nos hemos  vuelto de un sibarita…

Aún no hemos empezado a buscar trabajo porque primero necesitamos una casa donde deshacer la maleta, así que de ese tema no puedo contar demasiado.
Sin embargo, puedo decir que yo ya he hecho mi primera entrevista como profesora de español. De momento me darían poco trabajo (unas cuatro horas semanales), pero como aquí pagan bien, me imagino que si me cogen, de ahí podría sacar ya unos buenos dólares. La entrevista fue muy bien. El sitio se llama “Casa latina” y es algo así como el Instituto Cervantes de Nueva Zelanda. Viene a suplir la ausencia de éste en New Zealand. El Instituto Cervantes más cercano está en Sidney. Como no estaba el jefe, me entrevistó un argentino resimpático que me hizo sentir muy cómoda y que me dio esperanzas. Esto fue antes de ayer, así que todavía no sé nada, pero confío en ello, la verdad.
Después de la entrevista tuve que dar media hora de clase y aunque al principio estaba un poco cortada, rápido me sentí en mi salsa y sentí que he nacido para dar clases. ¡Me encanta! Al principio sólo tenía tres personas, pero a los cinco minutos se abrió la puerta y entraron unos seis o siete más. Y estuve a gusto, la verdad. Creo que puedo hacerlo muchísimo mejor, pero no lo hice mal. Como estaba él ahí mirándome, me sentí un poco cohibida. E insisto en que fue muy amable, pero aún así…no es lo mismo estar a tu bola sin sentir que te están evaluando o examinando. Espero tener noticias pronto.
Parece que no va a ser muy difícil encontrar trabajo. Hemos visto unos cuantos carteles de “Staff wanted” por la calle. Pero yo sigo sintiéndome insegura con mi inglés. Supongo que lo que necesito es más realidad y verme obligada a hacerlo. Estoy deseando poder contaros que ya trabajo.
Como el comienzo es tan caro (se nos va el dinero por todas partes), no sé si voy a poder apuntarme a un curso de inglés ya. Era mi idea, pero aún no he decidido qué haré. Primero tenemos que tener casa y trabajo, supongo. Así que entre el trabajo y el curso de inglés que espero hacer, voy a estar todo el día ocupadísima!
Estamos empezando a cansarnos de buscar casa, así que yo creo que hoy nos vamos a decidir por la casa que os he contado. Parece que hemos entrado en un bucle que convierte todos los días en la misma cosa: nos levantamos, andamos por toda la ciudad como zombis sin parar de hacer cosas y al final volvemos con la sensación de que tampoco hemos hecho tanto, pero agotadxs a todos los niveles. Quiero una casa, he dicho.

Todavía no he conseguido dormir mucho. El desfase horario nos ha costado, la verdad. Después de más de un día de vuelo, llegamos aquí de madrugada, pero en España era el mediodía y estábamos desubicadxs. No sabíamos dónde estábamos o qué hora era. Raro todo.
A mí se me sigue haciendo muy rara la diferencia horaria con la tierra que me vio nacer. Todo el rato pienso en la hora que es allí o en qué estarán haciendo mi hermana y mi madre. Cuando nosotrxs estamos a punto de meternos en la cama, vuestro día está comenzado. Doce horas de diferencia horaria no son tontería. Y como yo soy un poco torpe, me lío. Cuando quiero quedar con mi madre para hablar por Skype (de momento sólo lo he podido hacer una vez porque no tenemos Internet nada más que cuando lo pillamos con el móvil o cuando pagamos un pastón en el hostel) tengo que pensar bien qué hora es para mí y qué hora será para ella. Ahora voy a hablar con ella por segunda vez.  Son casi las 9:30 de la mañana para mí, o sea que me he levantado hace poco, pero son casi las 21:30 para ella. Así que cuando quise quedar con ella ayer, para mí estábamos quedando al día siguiente, pero a ella tenía que decirle que hablábamos por la noche porque su día acababa de comenzar. Tol lío, vamos.
Y menos mal que ahora son justo doce horas de diferencia…¡cuando sean once me voy a volver loca!

Yo creo que el primer relato no ha estado mal, ¿no?
No sé cuándo volveré a escribir o si tendré muchas cosas que contar de nuevo. I guess so.
Espero poder escribir desde nuestra nueva casa y contaros que estoy trabajando.

Besos del revés y desde muy lejos, pero con el mismo amor que si estuviera ahí.

Os echo de menos.

1 comentario:

  1. Gracias x contar cuñada. Me hago a la idea de lo q vivís. Aquí estamos apoyandoos desde las 12 h de diferencia. OS queremos mucho mucho

    ResponderEliminar