Esta ciudad me desconcierta. Sus olores, su gente y su
arquitectura me resultan entrañables, pero de pronto parecen extrañas o,
simplemente, no las entiendo. Ay, el
tiempo…(the weather, the weather). De ese hablamos al final para que no os
asustéis.
La mayor parte del tiempo el olor es neutro (olor a ciudad
del primer mundo, supongo, que seguro que en realidad no es un olor neutro,
pero a mí me lo parece, con mi nariz primermundista atrofiada). Sin embargo,
muchas veces huele a algo que todavía no he identificado, pero que no me gusta
nada. Es un olor que me recuerda a Londres y creo que es a algún tipo de carne,
pero no sé cuál es. Y no sabría bien cómo explicarlo…Simplemente, no me gusta.
It smells bad.
Afortunadamente, entre esa mezcla de olor neutro y olor a
churrasquillo inglés, de vez en cuando huele a flores. Y muy bien, ¿eh? ¡Muy
bien!
En el aeropuerto leí algo así como que el ochenta y tantos
por ciento de la flora y la fauna de este país son autóctonos. La ciudad está
llena de unos árboles impresionantes. Impresionantemente grandes y bonitos.
La gente de esta ciudad es curiosa. Para empezar, me ha
sorprendido la cantidad de asiáticas y asiáticos que hay. Y diréis: “Míriam, es
normal, estás al lado de Asia”, pero como las leyes de inmigración aquí son tan
duras, no esperaba ver tanta gente de fuera. Es muy probable que algunas de las
personas que parecen de fuera sean ya de aquí, nacidas aquí. Seguro que pasa
como en Inglaterra. Afortunadamente, la mezcla va haciéndose poderosa. En
cualquier caso, repito, me ha llamado la atención que más de la mitad de la
población sea o parezca extranjera. Chinas, vietnamitas, coreanos, pakistaníes,
indias, japoneses, tailandesas…
Y mucha gente rara. ¿Qué es ser raro? Uy, pues no sé. Pero a
mí me parece que vemos mucha gente peculiar. Puedo llamarla peculiar si lo
preferís. Igual es que soy más paleta de lo que creía. O igual es que por aquí
hay mucho colgado. Claro, serán “colgados a la neozelandesa” y yo estaba
acostumbrada a los “colgados a la española”. Gente original. Ya he visto a unas
cinco o seis personas descalzas por la calle, por ejemplo. Y por aquí no
apetece ir descalza, las cosas como son…Al menos a mí, no.
La gente es amable. Te ayudan cuando lo necesitas. Pero
depende de quién hable…pueden dar ganas de llorar. A algunos neozelandeses no
les entiendo nada. Sin embargo, a otros los entiendo bastante bien. Aún no he
conseguido identificar de qué depende, pero me temo que tiene mucho que ver con
la velocidad de su speech. En cualquier caso, estoy curtiéndome a base de
necesidad. Hablar con la gente de las casas y con gente de inmobiliarias intentando
que no se nos pase por alto ningún detalle sobre la fianza, las semanas por
adelantado o las condiciones en general hace que nos salgan una especie de
súper antenas en los oídos que acaban dando dolor de cabeza. Cuando termina el
día estamos agotadxs física y psicológicamente.
Antes de seguir contando cómo estamos o qué hacemos, quiero
terminar con el desconcierto que me produce esta ciudad. He hablado ya de sus olores
y de sus gentes y debo referirme ahora a su arquitectura. ¡Qué cosa más rara!
No se parece a nada que hubiera visto antes. Eso lo tengo claro. El centro
tiene edificios enormes, con muchísimas plantas y muy modernos. Cristal,
aluminio y acero. Cosas tecnológicas. Pero de pronto, al lado de un súper
edificio que parece sacado del futuro, ves una casita baja de ladrillo visto
tipo inglés. El contraste es peculiar. Y pasa cada dos por tres. Hay casas muy
nuevas y súper modernas junto a casitas de ladrillo visto generalmente muy
bonitas que no parecen demasiado antiguas, pero que no pegan junto a esas
modernidades. Mezcla extraña.
La ciudad es muy nueva. Todo está lleno de edificios
modernísimos y nuevísimos. Hemos visto unas cuantas casas en edificios que
casi, casi huelen a nuevo (pero igual de pronto viene el olor a churrasquillo,
ten cuidao).
Apenas hemos visto las afueras de la ciudad, pero el barrio
del primer hostel (Ponsonby), que no está muy lejos del centro, es muy
diferente a éste. La primera noche era muy tarde cuando llegamos y apenas vimos
nada. Cuando salimos a la calle a la mañana siguiente, la sensación fue que
estábamos en Estados Unidos. Es probable que esté diciendo una paletada, porque
no conozco el país del dólar, pero supongo que todo el mundo tiene una imagen
de éste basada en las películas y en una especie de imaginario colectivo que
nos hace suponer cómo deben ser las típicas ciudades. Pues bien, la sensación
que tuvimos fue que estábamos en California o en Las Vegas o en algún sitio de
playa y casas bajas con jardines sin valla. No sé si me explico. Agradable y
entrañable. Hacía sol y nosotrxs veníamos del incipiente invierno madrileño. El
sol picaba con gusto.
Como veis, una mezcla de arquitecturas divertida y
entretenida.
Decía que dejaba el tiempo para el final. The weather is
crazy. Ya habíamos leído al respecto, pero en la semana que llevamos hemos
podido comprobar que todo lo aprendido es cierto. Nunca sabe una a qué
atenerse. Un día hace muy bueno; al día siguiente está nublado todo el día.
Hasta ahí más o menos normal. Lo desconcertante es la capacidad que tiene para
cambiar en cuestión de minutos. Brilla el sol y parece que ese día espectacular
no podría estropearse jamás y cinco minutos después estás corriendo calle abajo
empapándote porque de pronto diluvia. Extraño. Nos hemos preparado para que
pueda llover en cualquier momento y en contra de todo pronóstico. Antes de
llegar, había visto que aquí llueve como cuatro veces más que en Madrid. Pero
no es que llueva mucho todo el día, sino que llueve de repente y luego para.
Llevamos poco aquí y no hemos podido experimentarlo demasiado aún, pero nos lo
han contado y lo hemos leído, así que ya os iré contando si la cosa sigue como
parece.
En cualquier caso, la temperatura es agradable. Nos movemos
entre los tirantes y la manga corta hasta la chaquetilla o chaqueta, sudadera
como máximo. Se está bien. Y tiene pinta de que esto va a ir mejorando mucho.
Sí, sí, sí.
Bien, ya podemos dar por concluido el tema del desconcierto:
olores, gente, arquitectura y tiempo atmosférico son temas que quedan zanjados.
Quiero contaros ahora que estoy asustada con los precios.
Una cosa loca. Ir al supermercado es como entrar en la casa de los horrores,
una pesadilla hecha edificio. Es todo jodidamente caro. Un par de kilos de
patatas valen, al cambio, algo así como cinco o seis euros. Una bolsa de
lechuga, más de dos euros. Y como pretendas comprar verdura, no baja de los
tres o cuatro euros. Un saco de mandarinas vale unos seis euros. Y un paquete de
yogures anda por ahí también. El paquete más barato de pasta (y hay mucha
diferencia de precio con el siguiente) vale un euro. Del precio del alcohol ni
hablo para que no lloréis conmigo. Afortunadamente, el aceite de oliva no es
tan caro como podría esperarse. Es caro, pero no una auténtica locura como sí
lo son otros productos básicos. Sin embargo, he de decir que estoy feliz porque
hay algo que sí que es más barato que en España: todas las cosas tipo “carnes”
vegetales, “salchichas”, “filetes”…Por ejemplo, he visto unas cajas de una cosa
que en España compraba exacta a unos 14 o 15 euros por unos 7 euros. Aún no he
comprado nada de eso porque todavía no tenemos casa y no podemos cocinar a
gusto, pero creo que voy a comer mucho de todas esas cosas que en España no
suelo consumir por sus precios. Además, he de decir que las venden todas en los
supermercados. No hay que ir a herbolarios o tiendas especiales, sino que
puedes comer vegetarianamente comprando en el lugar donde compra todo el mundo.
Aquí no somos cosas raras. Hay alternativa vegetariana en muchos sitios, no
como en España.
El tema de la casa está siendo más complicado. Todo es
carísimo y no paramos de ver mierdas cutres compartidas con gente que no nos
apetece mucho. Las casas, como los sueldos, se pagan por semanas. Una
habitación más o menos decente en una zona no muy alejada vale unos 300 dólares
neozelandeses, que al cambio son unos 180 o 190 euros. Y hablo por semana,
insisto. Hemos visto un estudio para vivir en soledad que nos ha flipado, pero
que se nos va un poco de presupuesto: 340 dólares a la semana más gastos (power
and water). Hemos calculado que a la semana serían unos 380 dólares, quizá 80
dólares (50 euros) más de lo que nos gastaríamos viviendo en otro sitio. Pero
no sabéis qué estudio…¡Lo queremos!
Aquí el sueldo mínimo anda entre 440 y 550 dólares
semanales. Si los dos cobramos el mínimo, mínimo, ingresaríamos 880 a la
semana, o sea que nos seguirían quedando 500 dólares limpios para hacer la
compra y ahorrar. Creemos que vamos a decidirnos por ella, porque sólo supone
que cada uno se gaste 40 dólares (25 euros) más a la semana.
Tiene una pega más para arrancar y es que nos piden mucha
pasta por adelantado (fianza…)
El caso es que el sitio es una pasada. Además de ser
precioso y estar nuevísimo, está muy bien ubicado y tiene piscina y una terraza
genial. Nos hemos vuelto de un sibarita…
Aún no hemos empezado a buscar trabajo porque primero
necesitamos una casa donde deshacer la maleta, así que de ese tema no puedo
contar demasiado.
Sin embargo, puedo decir que yo ya he hecho mi primera
entrevista como profesora de español. De momento me darían poco trabajo (unas
cuatro horas semanales), pero como aquí pagan bien, me imagino que si me cogen,
de ahí podría sacar ya unos buenos dólares. La entrevista fue muy bien. El
sitio se llama “Casa latina” y es algo así como el Instituto Cervantes de Nueva
Zelanda. Viene a suplir la ausencia de éste en New Zealand. El Instituto
Cervantes más cercano está en Sidney. Como no estaba el jefe, me entrevistó un
argentino resimpático que me hizo sentir muy cómoda y que me dio esperanzas.
Esto fue antes de ayer, así que todavía no sé nada, pero confío en ello, la
verdad.
Después de la entrevista tuve que dar media hora de clase y
aunque al principio estaba un poco cortada, rápido me sentí en mi salsa y sentí
que he nacido para dar clases. ¡Me encanta! Al principio sólo tenía tres
personas, pero a los cinco minutos se abrió la puerta y entraron unos seis o
siete más. Y estuve a gusto, la verdad. Creo que puedo hacerlo muchísimo mejor,
pero no lo hice mal. Como estaba él ahí mirándome, me sentí un poco cohibida. E
insisto en que fue muy amable, pero aún así…no es lo mismo estar a tu bola sin
sentir que te están evaluando o examinando. Espero tener noticias pronto.
Parece que no va a ser muy difícil encontrar trabajo. Hemos
visto unos cuantos carteles de “Staff wanted” por la calle. Pero yo sigo
sintiéndome insegura con mi inglés. Supongo que lo que necesito es más realidad
y verme obligada a hacerlo. Estoy deseando poder contaros que ya trabajo.
Como el comienzo es tan caro (se nos va el dinero por todas
partes), no sé si voy a poder apuntarme a un curso de inglés ya. Era mi idea,
pero aún no he decidido qué haré. Primero tenemos que tener casa y trabajo, supongo.
Así que entre el trabajo y el curso de inglés que espero hacer, voy a estar
todo el día ocupadísima!
Estamos empezando a cansarnos de buscar casa, así que yo
creo que hoy nos vamos a decidir por la casa que os he contado. Parece que
hemos entrado en un bucle que convierte todos los días en la misma cosa: nos
levantamos, andamos por toda la ciudad como zombis sin parar de hacer cosas y
al final volvemos con la sensación de que tampoco hemos hecho tanto, pero
agotadxs a todos los niveles. Quiero una casa, he dicho.
Todavía no he conseguido dormir mucho. El desfase horario
nos ha costado, la verdad. Después de más de un día de vuelo, llegamos aquí de
madrugada, pero en España era el mediodía y estábamos desubicadxs. No sabíamos
dónde estábamos o qué hora era. Raro todo.
A mí se me sigue haciendo muy rara la diferencia horaria con
la tierra que me vio nacer. Todo el rato pienso en la hora que es allí o en qué
estarán haciendo mi hermana y mi madre. Cuando nosotrxs estamos a punto de
meternos en la cama, vuestro día está comenzado. Doce horas de diferencia
horaria no son tontería. Y como yo soy un poco torpe, me lío. Cuando quiero
quedar con mi madre para hablar por Skype (de momento sólo lo he podido hacer
una vez porque no tenemos Internet nada más que cuando lo pillamos con el móvil
o cuando pagamos un pastón en el hostel) tengo que pensar bien qué hora es para
mí y qué hora será para ella. Ahora voy a hablar con ella por segunda vez. Son casi las 9:30 de la mañana para mí, o sea
que me he levantado hace poco, pero son casi las 21:30 para ella. Así que
cuando quise quedar con ella ayer, para mí estábamos quedando al día siguiente,
pero a ella tenía que decirle que hablábamos por la noche porque su día acababa
de comenzar. Tol lío, vamos.
Y menos mal que ahora son justo doce horas de
diferencia…¡cuando sean once me voy a volver loca!
Yo creo que el primer relato no ha estado mal, ¿no?
No sé cuándo volveré a escribir o si tendré muchas cosas que
contar de nuevo. I guess so.
Espero poder escribir desde nuestra nueva casa y contaros
que estoy trabajando.
Besos del revés y desde muy lejos, pero con el mismo amor
que si estuviera ahí.
Os echo de menos.
Gracias x contar cuñada. Me hago a la idea de lo q vivís. Aquí estamos apoyandoos desde las 12 h de diferencia. OS queremos mucho mucho
ResponderEliminar